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Los cuentos terapéuticos una herramienta en Psicoterapia

Con el siguiente cuento, Laia Belles, psicóloga colaboradora del INSTITUT D’ASSISTENCIA PSICOLOGICA I PSIQUIATRICA MENSALUS, nos habla sobre la utilidad de este tipo de herramienta en psicoterapia, los cuentos terapéuticos.

“Los cuentos pueden ser un gran instrumento para trabajar una dificultad en terapia y ofrecer una perspectiva distinta”. 

“Los cuentos nos ejemplifican, a modo de historia, situaciones con las que la mayoría de las personas podemos sentirnos identificadas”.

 

Lee el siguiente cuento terapéutico

El elefante encadenado, de Jorge Bucay

Cuando yo era pequeño me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales.  Me llamaba especialmente la atención el elefante que, como más tarde supe, era también el animal preferido por otros niños.  Durante la función, la enorme bestia hacía gala de un peso, un tamaño y una fuerza descomunales… Pero después de su actuación y hasta poco antes de volver al escenario, el elefante siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que aprisionaba una de sus patas.

Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en el suelo.  Y, aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza, podría liberarse con facilidad de la estaca y huir.

El misterio sigue pareciéndome evidente.

¿Qué lo sujeta entonces?

¿Por qué no huye?

Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba en la sabiduría de los mayores. Pregunté entonces a un maestro, un padre o un tío por el misterio del elefante.  Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado.

Hice entonces la pregunta obvia: «Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan?».  

No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente.  Con el tiempo, olvidé el misterio del elefante y la estaca, y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho esa pregunta alguna vez.  

Hace algunos años, descubrí que, por suerte para mí, alguien había sido lo suficientemente sabio como para encontrar la respuesta:

El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño.

Cerré los ojos e imaginé al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca.  Estoy seguro de que, en aquel momento, el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse.  Y, a pesar de sus esfuerzos, no lo consiguió, porque aquella estaca era demasiado dura para él.

Imaginé que se dormía agotado y que al día siguiente lo volvía a intentar, y al otro día, y al otro… Hasta que, un día, un día terrible para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.

Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa porque, pobre, cree que no puede.

Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió poco después de nacer.

Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese recuerdo.

Jamás, jamás intentó volver a poner a prueba su fuerza…

Todos somos un poco como el elefante del circo: vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad.  Vivimos pensando que «no podemos» hacer montones de cosas, simplemente porque una vez, hace tiempo, cuando éramos pequeños, lo intentamos y no lo conseguimos.  Hicimos entonces lo mismo que el elefante, y grabamos en nuestra memoria este mensaje: No puedo, no puedo y nunca podré.

Hemos crecido llevando ese mensaje que nos impusimos a nosotros mismos y por eso nunca más volvimos a intentar liberarnos de la estaca.

Cuando, a veces, sentimos los grilletes y hacemos sonar las cadenas, miramos de reojo la estaca y pensamos:

No puedo y nunca podré. 

 

¿Qué nos quiere transmitir este cuento terapéutico?

Este cuento nos dice que, en ocasiones, nos vemos atrapados en limitaciones que han aparecido en un pasado, pero que en la actualidad, puede que no sigan existiendo.  Muchas veces en terapia nos encontramos con personas que observamos ser muy capaces y con recursos suficientes para solventar X situaciones (incluso lo afirman las personas de su entorno), pero ellas mismas, por alguna razón, se sienten poco válidas e inseguras, no creen que posean las habilidades necesarias para enfrentarse a dichas situaciones.  Este cuento terapéutico, igual que muchos otros, puede ser un gran instrumento para trabajar una dificultad en terapia y ofrecer una perspectiva distinta.  Al leerlo en sesión, la persona puede realizar una reflexión sobre qué ha sentido, con qué aspectos se ha identificado, con qué situaciones y experiencias vividas ha conectado, qué significado ha encontrado, etc.

Inseguridad

Imaginemos a una persona que en su época de estudios se sintió muy insegura debido a que un grupo de alumnos realizaba burlas hacia ella y mostraba un comportamiento hostil que le hacía sentir pequeña y menos inteligente.  Una vez terminada esta etapa, esta persona empieza un trabajo, se convierte en una buena profesional, pero en algún momento percibe ciertas dificultades, por ejemplo, relacionadas con el trato a sus superiores y otros compañeros, que le hacen conectar de nuevo con aquel estudiante inseguro.  La persona no es consciente de ello y actúa del mismo modo que lo hacía en la etapa escolar, sintiéndose pequeña e incapaz, por ejemplo, al hablar con el jefe de departamento, al intentar mostrar una opinión distinta a un compañero, al presentar una ponencia, etc.

La lectura de este cuento terapéutico invita a reflexionar sobre ello, y el terapeuta puede ayudar a señalar las diferencias entre el momento pasado y el momento actual, para que de este modo la persona se percate del cambio y tome una nueva visión de la situación.

 

¿Cómo puede ayudar el terapeuta a ver este cambio?

El terapeuta, desde nuestro punto de vista, no ofrecerá una solución; tomando una frase hecha: “no dará el pescado sino que enseñará a pescar”, y por ello, intentará que esta persona llegue a la solución por su propia cuenta.  ¿Cómo?  Principalmente a través de preguntas, por ejemplo: “¿qué aspectos podrían evidenciar que ahora eres una persona distinta y que has cambiado?”, “¿qué cosas has hecho en tu día a día a lo largo de tu vida que lo demuestren?”, “¿cómo es tu vida profesional?”, “¿haces bien tu trabajo?”, “¿normalmente, tienes éxito?”, o por ejemplo,  “¿recibes reconocimiento de tu alrededor?”.  La persona, en este caso, puede que conteste afirmativamente o puede que no sea capaz de ver esos cambios presentes en su vida actual.  Otro modo o técnica puede ser el preguntar hipotéticamente a un mejor amigo/a: “si le preguntáramos a tu mejor amigo/a o a alguien que te quiera, ¿qué nos diría de ti?”, “¿crees que también nos hablaría de esta persona insegura e incapaz que tú nos cuentas, o nos explicaría otra cosa?”, o bien: “¿Tú personalmente que le dirías a un mejor amigo que estuviera preocupado por un problema similar al tuyo?”.

 

¿Es fácil que la persona se de cuenta de ello y realice un cambio?

Depende.  La verdad es que el uso de los cuentos en psicoterapia es muy efectivo, puesto que muchas veces, sirve para que la persona realice un “click”, se sienta identificada con el relato, y tome conciencia del “enganche” que tenía con algún aspecto del pasado que, en la actualidad, ya no tiene porqué existir si ha desarrollado los recursos necesarios para enfrentarse.  Así pues, es un buen punto de inflexión cuando la persona toma conciencia y realmente dice: “pues sí, es verdad, realmente ya no tengo esa estaca, voy a probarlo nuevamente con los nuevos recursos que ahora tengo”.

Objetivos

Otro aspecto muy útil en terapia es el empezar con objetivos pequeños.  En un principio, no es necesario plantearse metas muy altas que posiblemente sean difíciles de conseguir.  Quizás, es mejor empezar por aspectos más pequeños, más asequibles.  Con la ayuda del terapeuta se puede elaborar un listado de dificultades y plantear qué es más fácil realizar, qué es más difícil, dónde nos gustaría llegar, etc.  Aún así, antes de plantear el “dónde nos gustaría llegar”, es importante marcar objetivos a corto plazo, como por ejemplo. “¿qué puedes hacer hoy que te permita sentirte orgulloso de ello”?  También puede resultar de gran utilidad pedir a la persona que cada día escriba algo por lo que se sienta satisfecha, por pequeño que sea; o bien, que dedique una parte de la jornada a sí misma, ya sea  para tomarse un café, dar una vuelta, leer un buen libro, etc.

Así pues, existen muchas herramientas que pueden ayudarnos a dar este cambio.  Los cuentos terapéuticos, concretamente, nos ejemplifican a modo de historia situaciones con las que la mayoría de las personas podemos sentirnos identificadas, y nos ofrecen la oportunidad de reflexionar y ser conscientes de ello.

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Muchas gracias Laia.

Entrevista realizada por Mª Teresa Mata.

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