La infancia, dentro de las diferentes etapas vitales del ser humano, nos sitúa en el periodo que transcurre entre el nacimiento y la adolescencia. A lo largo de los años de desarrollo, el niño pasa por diferentes cambios evolutivos y de desarrollo a nivel cognitivo, emocional, social, motriz y de lenguaje. Esto implicará la adquisición de estrategias y habilidades que le permitirán establecer una buena interacción con su entorno y afrontar nuevos retos y experiencias vitales.
Posteriormente, en la adolescencia se vivirán nuevos cambios madurativos que conducirán al niño, ahora adolescente, a la transición hacia la independencia social y económica, el desarrollo de la identidad, la experimentación sexual, la adquisición de las aptitudes para establecer nuevos vínculos y asunción de nuevas responsabilidades y retos. Aunque la adolescencia es sinónimo de crecimiento excepcional, constituye también una etapa donde surgen dudas importantes, se asumen ciertos riesgos y se experimentan cambios a veces difíciles de gestionar.
Los niños y los adolescentes no están exentos de vivir situaciones que requerirán estrategias de afrontamiento y adaptación como: cambios de residencia, de escuela, muertes de seres queridos u otras personas cercanas, enfermedades, separaciones u otras situaciones frecuentemente generadoras de estrés emocional. Es por ello, que a veces resulta necesario poder trabajar a nivel terapéutico para potenciar los recursos personales que les permitan adquirir un buen desarrollo y un mayor bienestar físico y mental.