La vida de las personas está en constante evolución debido a los cambios y a las transiciones vitales que se van sucediendo a lo largo del tiempo. Estos momentos de cambio, ya sean por el propio desarrollo personal (cambios a nivel cognitivo, emocional, motriz, social, etc.) o por factores contextuales y sociales (transiciones madurativas, hitos laborales, modificaciones en la estructura familiar, etc.), requieren de estrategias de afrontamiento y de habilidades para la adaptación a las nuevas circunstancias.
Por ejemplo, en el caso de la familia, su carácter dinámico hace que esté en constante evolución. La familia y sus miembros pasarán por distintas etapas que implicarán adaptaciones y cambios en las relaciones interpersonales y en los propios miembros, para superar con éxito esas transiciones. Algunas de éstas son: nacimientos, emancipación de los hijos, muertes, enfermedades, jubilación…
En ocasiones, la persona tiene dificultades para adaptarse a los cambios que van sucediendo de forma natural en su vida, produciéndose estrés emocional debido a la falta de herramientas para manejar el afrontamiento de los mismos y produciéndose situaciones de elevado malestar. Por ello, a veces resulta necesario poder trabajar a nivel terapéutico para potenciar los recursos personales que le permitan adquirir un buen desarrollo y un mayor bienestar físico y mental.