El estrés (del inglés stress, ‘tensión’) es una reacción fisiológica del organismo donde entran en juego diversos mecanismos de defensa para afrontar una situación que se percibe como amenazante o de demanda incrementada. El estrés es una respuesta natural y necesaria para la supervivencia, aunque en ocasiones, este mecanismo de defensa puede desencadenar problemas graves de salud, tanto físicos como psicológicos.
Los trastornos relacionados con traumas y factores de estrés se dan por una reacción de desajuste a una o más situaciones psicosociales vividas como estresantes por la persona o bien como reacción a una situación traumática. Existen muchos detonantes que nos pueden hacer experimentar estrés, algunos situacionales, como la muerte de una persona cercana, la separación de la pareja, dificultades económicas, el nacimiento de un hijo, la promoción en el trabajo, un cambio de residencia, etc.; otros psicológicos, como la tensión asociada a situaciones percibidas como amenazantes, o la interpretación negativa de algunos hechos.
Aparecen síntomas emocionales y comportamentales durante los tres meses siguientes al inicio del suceso que generan un malestar superior al esperado por el mismo, de manera que ese malestar comporta un grave deterioro en las principales áreas de funcionamiento de la persona, como la laboral, emocional, familiar y social.