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“Podemos decir que la diferencia principal entre miedo y fobia no radica en la experiencia de las sensaciones, sino en su papel adaptativo o no adaptativo para la supervivencia”. 

“Descubrir el sentido y significado de su temor, aunque no sea racional, por lo general, alivia al paciente y lo motiva a enfrentar la ansiedad que provoca la exposición a la situación temida”.

En la siguiente entrevista, Pedro Juan Clavero, psicólogo colaborador del INSTITUT D’ASSISTENCIA PSICOLOGICA I PSIQUIATRICA MENSALUS, nos presenta las fobias más comunes en Psicoterapia y nos habla sobre las distintas modalidades de tratamiento.

 ¿Cuál es la diferencia entre miedo y fobia?

En términos generales, el miedo es una experiencia natural en el ser humano que tiene un valor adaptativo para la supervivencia.  Cuando hablamos de este miedo adaptativo, nos referimos a una emoción y un conjunto de sensaciones que se ponen en marcha como respuesta a un estímulo o situación que supone un peligro real para la integridad y supervivencia del individuo. Por ejemplo: el ataque de un depredador, vivir una catástrofe natural, ser víctima de un atraco con agresividad, etc.

El miedo también está presente en la fobia. Pero en este caso, la fobia es un miedo no adaptativo. Puesto que las sensaciones que se experimentan son respuestas a un estímulo o situación que no suponen un peligro real para la integridad y supervivencia del individuo. Por ejemplo: miedo a la relaciones sociales, a los espacios abiertos o cerrados, a hablar en público, etc.

Así pues, podemos decir que la diferencia principal entre miedo y fobia no radica en la experiencia de las sensaciones. Sino en su papel adaptativo o no adaptativo para la supervivencia.  En el caso del miedo adaptativo, sería la respuesta a un peligro real. En el caso de la fobia, se trataría de un miedo no adaptativo como respuesta a un estímulo o situación vivida como amenaza, pero que desde un punto de vista objetivo, no supone un peligro real.

¿Qué entendemos exactamente por fobia?

Al hilo de lo comentado, podemos decir que la fobia es una forma especial de miedo. Definida por algunos pacientes como “miedo al miedo”. Especialmente cuando este miedo fóbico se desencadena a partir de la anticipación a lo temido.

De forma generalizada, se ha acordado toda una serie de características para describir el miedo fóbico:

  • Es desproporcionado respecto a la situación o estímulo que lo provoca.  Es decir, la respuesta de miedo no es la esperable ante esa situación o estímulo, los cuales particularmente no suponen una amenaza real.
  • No puede ser razonado por el individuo.  Es decir, el individuo es consciente de que no hay un argumento racional para sentir el miedo fóbico, pero no puede evitarlo.  Durante la consulta, es común que la persona que lo padece exprese esta idea con comentarios tipo: “ya se que no tengo razones para tener miedo a hablar en público, nadie me va a matar, pero me bloqueo y solo quiero escapar de allí.”
  • No se puede controlar voluntariamente.  Aún ser consciente del carácter irracional de la fóbia, no se puede evitar sentir el miedo.  Esta imposibilidad de controlarlo agudiza el malestar y el sentimiento de impotencia ante unas sensaciones que no deberían, racionalmente, estar presentes en aquella situación.
  • Lleva a la evitación de la situación temida.  Esta es una de las características, a nuestro juicio, más relevantes desde el punto de vista clínico.  La conducta de evitación, como único patrón de afrontamiento, determina el grado de interferencia que la fobia supone en la vida laboral, social y familiar. Pudiendo llevar a eludir responsabilidades, perder oportunidades de promocionarse en el trabajo, impedir la realización de actividades deseadas, e incluso deteriorar la relación con personas del entorno familiar y/o social. Con el consiguiente efecto negativo que esto tiene sobre el estado anímico de la persona que lo padece y de su entorno afectivo.  El entorno se siente impotente al no saber cómo ayudar, y desconcertado al no entender qué está ocurriendo y desconocer la razón de esa conducta evitativa. Apareciendo en algunos casos sentimientos de incomprensión, soledad y distanciamiento entre la persona que sufre la fobia y su entorno socio-familiar.
  • Persiste a lo largo del tiempo.  Esta persistencia hace que la evitación de la situación temida se vaya generalizando y paulatinamente se vea afectada la calidad de vida de la persona y su estado anímico. Especialmente si la situación evitada se da en el día a día (trabajo, vida social, tiempo libre, relaciones familiares o de pareja, etc.).
  • Es desadaptativa.  Tal y como apuntábamos, no contribuye realmente a la supervivencia, sino que significa un obstáculo para los intereses de la persona que la padece.
  • No es específica para una fase del desarrollo o edad determinada.  Puede aparecer en cualquier momento del ciclo vital.

¿Qué tipo de fobias son las más habituales en el ámbito de la psicoterapia?

Las clasificaciones actuales sobre las fobias coinciden en distinguir tres grupos básicos: la agorafobia, la fobia social y las fobias específicas.  A continuación, las comentaremos brevemente y conoceremos las más habituales en el ámbito de la terapia.

En primer lugar, tenemos la agorafobia.  La agorafobia es el miedo a los espacios abiertos, a las multitudes y a la dificultad para poder escapar de forma inmediata a un lugar seguro.  La persona que padece agorafobia siente que en los espacios abiertos y/o multitudes  “no está seguro”, “que le sobrevendrá una crisis” o que “no podrá recibir ayudar”.  La agorafobia puede ir acompañada del trastorno de angustia. Esta diferencia deberá tenerse en cuenta a la hora del diagnóstico para plantear el plan de tratamiento.  Es la fobia que más interfiere en la vida cotidiana y la más tratada en psicoterapia.

El segundo grupo es el de la fobia social.  La fobia social es el temor intenso y persistente a una o más situaciones sociales o actuaciones en público. Por ejemplo: entablar conversación con desconocidos, exponer un trabajo delante de la clase, etc.  El individuo se siente expuesto ante personas que no forman parte de su entorno familiar. O bien siente que será evaluado por los demás.  La exposición a la situaciones sociales provoca gran ansiedad, pudiendo llegar a una crisis de angustia situacional.

La ansiedad anticipatoria ante la posibilidad de que dicha crisis se dé, lleva a las conductas de evitación. De esta forma interfiere significativamente en la vida cotidiana. Produciendo un malestar clínicamente significativo que se refleja en su vinculación con otros trastornos tales como la depresión, los trastornos por angustia, el abuso de tóxicos, etc.  Esta es la segunda fobia más atendida en terapia.

Y en tercer lugar tenemos las fobias específicas o simples.  Son temores excesivos, irracionales y persistentes asociados a la presencia o a la anticipación de un objeto o situación específica (animales, volar, sangre, inyecciones, truenos, etc.).  Como en los casos anteriores, la exposición real o imaginada a los estímulos o situaciones temidas produce inevitablemente ansiedad y conductas de evitación.  Sin embargo, en este caso, es mucho menor el número de personas que acuden a terapia. Ya que puede no interferir en su vida diaria.  Imaginemos que una persona tiene miedo a viajar en avión (aerofobia).

Si esta persona trabaja como comercial y hace sus desplazamientos en coche y tren (ámbito local-comarcal), no precisará ayuda, ya que su fobia no interfiere en sus intereses y rutina diaria.  De lo contrario, si por circunstancias laborales debe comenzar a viajar en avión por expansión de la empresa a nivel nacional o internacional, entonces, dado que sí afectará a sus intereses y rutina diaria, en ese momento la persona precisará y buscará ayuda.

¿Qué factores pueden desencadenar una fóbia? Habitualmente, ¿se conoce el origen de las fobias?

Según las investigaciones llevadas a cabo, existen factores genéticos y ambientales que favorecerían la aparición de una fobia.  Estos factores se verían potenciados en situaciones donde la persona estuviera sometida a un intenso estrés.

El origen genético de las fobias es un tema controvertido. Los estudiosos no han llegado a un acuerdo sobre este punto.  Sin embargo, parece que la genética es poco relevante en las fobias simples. Pero algo más importante en la fobia social y sobretodo en la agorafobia con crisis de angustia.

Por otro lado, tenemos las influencias familiares y culturales que están estrechamente asociadas a algunos tipos de fobia. Por ejemplo, la cancerofobia en familias en los que algún miembro ha padecido dicha enfermedad.  Hay casos en los que la fobia no es el resultado de una herencia genética. Sino más bien un comportamiento aprendido en una situación de estrés.

Al principio, la mayoría de pacientes no recuerdan el origen de su fobia o qué factores han hecho que ésta se desarrolle.  A partir de la exploración e indagación sobre las primeras experiencias relacionadas con la fobia, los factores ambientales, los aspectos de la personalidad y los antecedentes familiares si los hay, numerosos pacientes van descubriendo el origen de su miedo fóbico y encontrando la coherencia del proceso que ha hecho que éste se origine.  Descubrir el sentido y significado de su temor, aunque no sea racional, por lo general, alivia al paciente. Lo motiva a enfrentar la ansiedad que provoca la exposición a la situación temida.

Dependiendo de si conocemos o no el origen, ¿el pronóstico del tratamiento será distinto?

Cuanta más información obtengamos sobre los factores que han influido en la aparición de la fobia y su origen, más ajustado será el plan de tratamiento y, por tanto, mejor será el pronóstico.  De aquí la importancia de una buena exploración clínica y un diagnóstico que nos permita diseñar el tratamiento o tratamientos más eficaces para cada caso.

¿Cómo se tratan las fobias?

El tratamiento variará en función de la edad del paciente, del tipo de fobia, y de los factores que han jugado en su origen y que contribuyen a su mantenimiento.

En relación a la infancia y adolescencia, conviene tener en cuenta que el 23 % de la población (de 6 a 17 años) presenta una fobia específica, más frecuente en niñas.  En esta franja de edad ,cobra especial relevancia crear un vínculo terapéutico de seguridad y confianza. Así como trabajar el miedo a través del juego, de metáforas, de cuentos y otras técnicas que se ajusten a la etapa de desarrollo del paciente.  El enfoque y técnicas a aplicar guardan muchos puntos en común con las aplicadas en población adulta, aquello que cambia sustancialmente es la forma.

La idea que impregna los diferentes tratamientos de las fobias, es la exposición a la situación o estímulo temido.  Como en toda terapia, es necesario crear un vínculo terapéutico donde la persona se sienta segura, comprendida. Donde se acuerden los objetivos y pasos a realizar para tratar la fobia.  No olvidemos que la emoción protagonista es el miedo.

El tratamiento de elección acostumbra a ser la terapia de exposición en vivo o virtual. En la que el profesional confronta suavemente al paciente con la situación temida.  Con ello se consigue que la persona pueda controlar paulatinamente sus temores y las sensaciones asociadas, aprendiendo estrategias para afrontarlas.

En la misma línea tenemos la desensibilización sistemática. En la cual el paciente crea, con la ayuda del profesional, un gradiente de situaciones fóbicas elaboradas y ordenadas de menor a mayor dificultad, y se enfrenta por sí mismo a ellas.  Después de cada exposición, se trabajan las dificultades y se refuerzan los logros.

Otro tratamiento de uso habitual es la terapia cognitiva. En la cual se trabajan las ideas distorsionadas que provocan ansiedad, se facilita información y se motiva hacia el cambio de la conducta evitativa.

Los estudios muestran que la combinación de la terapia cognitiva y conductual son hasta ahora los que han proporcionado mejores resultados.  Sin embargo, en los últimos años se han sumado, desde el nuevo paradigma de la neurociencia, otras técnicas que han demostrado en la clínica su eficacia en el tratamiento de las fobias. Nos referimos al EMDR (Eye Movement Desensitization and Reprocessing) y las Técnicas de Integración cerebral.

Hasta aquí hemos citado tratamientos que se dan en contexto de terapia individual, pero la experiencia nos muestra también los beneficios de la terapia de grupo, especialmente en el tratamiento de la fobia social.  En el contexto de grupo se facilita la normalización de la sintomatología. Así como la ayuda mutua y la motivación entre sus miembros para enfrentarse a la situación temida in vivo.

Nuestra experiencia nos lleva a considerar que es la combinación de estas técnicas, la mejor opción en el diseño de un plan de tratamiento que reúna la eficacia y eficiencia deseadas.  Lo fundamental en el tratamiento es que la persona esté decidida a superar la fobia con la ayuda necesaria. Establecer objetivos claros y asumibles ayudará a mantener la motivación necesaria a través de la experiencia de los “pequeños logros” que significan grandes triunfos.

Muchas gracias Pedro.

Entrevista realizada por Mª Teresa Mata.

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