“Son muchos los aspectos que diferencian una depresión mayor de un estado anímico depresivo. Entre ellos destacamos el aislamiento y los pensamientos negativos y destructivos”.
“La persona que sufre una depresión tiene en mente únicamente aquello que no funciona pero, ¿qué ocurre con aquello que sí va bien?”.
En la siguiente entrevista, Daria Mayer, psicóloga colaboradora del INSTITUT D’ASSISTENCIA PSICOLOGICA I PSIQUIATRICA MENSALUS, nos habla sobre qué caracteriza a una depresión mayor y qué la diferencia de un estado anímico depresivo.
¿Es fácil confundir un estado anímico bajo con una depresión?
En ocasiones, personas que pasan por una temporada en la que presentan un estado anímico “bajo” o depresivo, pueden confundir ese estado de sentirse triste, apático o desmotivado, con una depresión mayor. De hecho, muchas veces coloquialmente utilizamos terminología del tipo: “estoy deprimido”, “me deprime…”, etc., que puede ofrecer una idea equivocada de lo que realmente es una depresión. Pasar por un estado anímico “bajo” o depresivo es muy distinto a tener una depresión mayor u otro trastorno del estado de ánimo que podamos diagnosticar los psicólogos y psiquiatras.
A grandes rasgos, ¿qué caracteriza a una depresión mayor y qué la diferencia de un estado anímico depresivo?
Las diferencias quizás nos sirven justamente como preámbulo para explicar qué caracteriza a un trastorno depresivo mayor. Son muchos los aspectos que diferencian una depresión mayor de un estado anímico depresivo. Entre ellos destacamos el aislamiento y los pensamientos negativos y destructivos.
Concretamente, cuando hablamos de pensamientos negativos y destructivos nos referimos a autocríticas que infravaloran y anulan al individuo (“no soy capaz de”, “no puedo”, “no valgo suficiente”, etc.) así como a alertas catastrofistas (“algo malo va a suceder”, “temo que le ocurra algo a…”, “y si todo sale mal…”, etc.).
¿Y qué caracteriza al aislamiento?
El sentimiento de incapacidad dificulta que el individuo se relacione de un modo funcional. El resultado son conductas de aislamiento tales como dejar de llamar a amigos y familia, perder las ganas por hacer actividades y salir, pasar horas en el sofá y la cama, etc. La desconexión social alimenta los pensamientos negativos y provoca que la persona entre en un bucle de ansiedad y malestar.
El aislamiento es muy difícil de romper. La persona que sufre una depresión mayor no cree en sus recursos y no se siente capaz de cambiar su estado. Poco a poco, la inactividad genera un aumento de los miedos y dificulta recuperar el placer por las relaciones.
El sufrimiento de la persona que padece una depresión, habitualmente, es un sufrimiento silencioso. En busca de sentirse liberada, en ocasiones, el alcohol y la automedicación se convierten en mecanismos de evasión. Todo ello aún la aísla e incapacita más.
Así pues, ¿qué busca una persona con depresión mayor que se medica y consume alcohol?
Dicha combinación alivia los síntomas de forma puntual, aunque termina por agravar aún más el cuadro general. El alcohol produce euforia en un primer momento pero, en realidad, es un depresor el Sistema Nervioso Central.
Por otro lado, la medicación prescrita por el psiquiatra, en algunos casos, termina por convertirse en automedicación, dado que el paciente cambia las dosis o retira el medicamento (según su grado de sufrimiento) sin seguir las indicaciones pautadas. No seguir las instrucciones de un profesional es peligroso, la sintomatología puede agravarse seriamente.
¿Hacia dónde tiene que ir dirigido el tratamiento de la depresión mayor?
La depresión mayor puede definirse como “un gran caos”. Empezar a ordenar temas y establecer un orden de prioridades es uno de los primeros objetivos. Hacer frente a un “todo” (caos) parece imposible; dividir aquel todo en pequeñas partes ayuda al individuo a identificar qué está sucediendo y poner nombre a aquellos aspectos que conforman su malestar.
Por otro lado, trabajar las excepciones es un punto importante. La persona que sufre una depresión tiene en mente únicamente aquello que no funciona pero, ¿qué ocurre con aquello que sí va bien? El terapeuta tiene como objetivo ampliar la visión del mundo del paciente integrando la parte de realidad que queda ofuscada por el trastorno depresivo.
¿Qué herramientas terapéuticas ayudan a trabajar los pensamientos destructivos?
Una de las herramientas más utilizada son los registros que facilitan la detección de pensamientos negativos. El automatismo de los mismos dificulta su identificación. Por ello, muchas veces las personas con depresión pueden afirmar que se sienten mal pero no pueden identificar qué pensamientos están produciendo dicho malestar. Para frenar los pensamientos el primer paso es conocerlos y ordenarlos.
En segundo lugar, ejercicios como la autocaracterización (redacción en tercera persona sobre uno mismo) o la técnica del rosal, ayudan a realizar un trabajo de introspección y expresión emocional. Entrar en contacto con la propia historia de vida ofrece respuestas sobre por qué algunos mecanismos están destruyendo a la persona y qué emociones hay asociadas (por ejemplo, para entender por qué existe un profundo sentimiento de culpa).
¿Qué les dirías a todas aquellas personas que están leyendo esta entrevista y se sienten identificadas con tu discurso?
Identificar que algo no funciona y decidir que es necesario un cambio, ya es un modo de posicionarse ante la depresión. Consultar a un profesional con el objetivo de comprender qué está sucediendo y hacer un buen diagnóstico, es el primer paso. La terapia busca los mecanismos necesarios para disminuir la sintomatología depresiva y reestablecer el bienestar a partir de entrenar recursos propios del paciente.
La depresión no deja ver la riqueza de uno mismo. Entrar en contacto nuevamente con nuestras capacidades personales nos recuerda quienes somos y qué valor tenemos.
Muchas gracias Daria.
Entrevista Realizada por Mª Teresa Mata.