“Un ataque de pánico es la aparición súbita de miedo o de malestar intenso que alcanza su máxima expresión en minutos. El ataque de pánico lleva asociada toda una sintomatología que conduce al individuo a la inacción y le deja en una posición de total desventaja.”
“La ansiedad es un mecanismo de alerta natural que nos ayuda a reaccionar ante los peligros y salvaguardar nuestra integridad física y psicológica. Cuando este sistema se convierte en una sobre alerta, nos impide reaccionar. El sistema deja de ser funcional”.
“Cuando el sistema llega al punto de hiperventilar, el equilibrio entre el O2 y el CO2 se rompe. Es entonces cuando el cerebro intenta re equilibrar los dos gases y reducir el impulso de respirar”.
Esta semana, desde el INSTITUT D’ASSISTENCIA PSICOLOGICA I PSIQUIATRICA MENSALUS, revisamos el mecanismo de la ansiedad para comprender mejor por qué aparece y cuál es su función.
¿Qué mecanismo psicofisiológico existe detrás de la ansiedad?
La mente tiene el poder de activar mecanismos de alerta, mecanismos que se despiertan cuando existe una amenaza y se generan pensamientos en torno a ella. Cuanto más funcional sea la visión sobre dicha amenaza, más eficiente será este mecanismo de alerta y protección. Si por lo contrario nuestra visión se aleja de la realidad, los mecanismos de alerta se activarán pero, más que una ayuda, pasarán a ser un estorbo. Así pues, no se trata tanto del tipo de amenaza sino de la percepción que tengamos sobre la misma.
Por otro lado, la funcionalidad queda demostrada cuando los mecanismos de alerta promueven una respuesta (por ejemplo: salir corriendo de un edificio que arde en llamas), y los pensamientos de alerta paran una vez desaparece la amenaza.
Si trasladamos este mecanismo a una situación del día a día podríamos ejemplificarlo del siguiente modo:
- Primer pensamiento: “He cometido un error al redactar el informe y la empresa no cobrará la prestación económica que esperaba”.
- Activación de mecanismos de alerta/pensamientos asociados: “cambiaré rápidamente el informe”; “El plazo de entrega expira hoy, debo terminar antes de las 00h.”.
- Acciones: la persona cambia el informe antes de las 00h y lo entrega a tiempo.
¿Cuál sería el ejemplo de un mecanismo no funcional?
Un mecanismo en el que, en lugar de dirigirse hacia la acción, la persona se quedara paralizada por la sobre saturación de pensamientos de alerta y no realizara el cambio en el informe (“no tengo tiempo”, “no sé ni por dónde empezar”, “la empresa perderá la prestación económica”, “me van a despedir”, “mi vida se va a desmoronar”, “lo voy a perder todo”). En este caso, los pensamientos de alerta estarían alejados de la realidad del aquí y ahora, irían más allá. Esto provocaría un desajuste entre la amenaza real y la respuesta esperada. El conjunto de pensamientos fatalistas podrían provocar un “bloqueo”: el ataque de pánico.
Otro ejemplo de alerta no funcional sería que, aquella persona, por miedo a equivocarse nuevamente en un informe, constantemente pensara en las consecuencias negativas de cometer un error, generando así un estado de ansiedad y estrés innecesario que, llevado al extremo, podría convertirse un ataque de pánico.
En ocasiones aparece un ataque de pánico pero la persona no es consciente de la existencia de ninguna amenaza…
Cierto. El ataque de pánico también puede ser la respuesta a un peligro que, hace tiempo que existe, pero la persona conscientemente no detecta un problema. El ataque de pánico aparece como indicador de que algo no va bien. Cuando esto sucede, se abre una brecha que ayuda al individuo a conectar su mundo emocional con la realidad. Los pensamientos y las emociones (hasta el momento cerrados bajo llave) afloran con el objetivo de ser escuchados.
La ansiedad y los ataques de pánico esconden siempre un significado. Entenderlo es la clave para recuperar el orden y la funcionalidad.
Así pues, comprender y controlar los pensamientos negativos se convierte en uno de los principales retos. ¿Qué debemos saber sobre los pensamientos negativos?
Cuantos más pensamientos negativos, más aumentan los mecanismos de alerta.
Por otro lado, cuanto mayor sea su carácter destructivo, más fuertes serán los mecanismos que nos intentarán proteger del peligro.
En aquellos casos en los que un pensamiento inicial tome un carácter fatalista (lo que denominamos: «pensar sobre lo peor de lo peor que puede llegar a suceder»), naturalmente la percepción sobre la amenaza se agravará y todo el sistema fisiológico se activará para contraatacar. Esto se traduce en una aceleración de la respiración y, en cuestión de minutos, en un estado de hiperventilación.
¿Qué sucede entonces?
Cuando el sistema llega al punto de hiperventilar, el equilibrio entre el O2 y el CO2 se rompe (los niveles de O2 incrementan y los de CO2 disminuyen). Es entonces cuando el cerebro intenta re-equilibrar los dos gases y reducir el impulso de respirar. La persona, aún intentar tomar más aire, no puede (aparece aquella extraña sensación descrita como «intento respirar pero parece que no puedo llenar los pulmones»).
Llegados a este punto, el principal objetivo es restablecer la respiración aumentando progresivamente los tiempos entre inspiración y espiración (justo todo lo contrario de lo que intentamos hacer: respirar rápido).
¿Y qué otra sintomatología va asociada a la hiperventilación?
El aumento de la frecuencia respiratoria va asociada al aumento de la frecuencia cardíaca. Dicha aceleración del metabolismo se traduce en un estallido de síntomas tales como sudoración, palpitaciones, espasmos musculares, temblores, sensación de inestabilidad, parestesias (hormigueo en las extremidades), etc. Todos estos síntomas se explican por el estado de sobre activación fisiológica. Parecen estar fuera de nuestro control y pueden llegar a generar sensación de muerte.
¿El control se puede retomar?
Sí, y aquí está el quid de la cuestión. Podemos retomar el control, en primer lugar, comprendiendo qué ha sucedido (lo que en psicología denominamos psicoeducación de la ansiedad, una de las principales tareas que abordamos desde consulta). En segundo lugar, será importante atender a:
- Los pensamientos negativos que describen la amenaza.
- El control de la respiración para evitar la hiperventilación y la sintomatología que desencadena.
¿Cómo?
Desde psicoterapia trabajamos con técnicas específicas que permiten frenar los pensamientos fatalistas (“lo peor de lo peor”) que se alejan de la realidad, flexibilizar los pensamientos negativos y convertirlos en pensamientos pro-activos que busquen soluciones (dejar a un lado las soluciones intentadas para atreverse con nuevas opciones desconocidas), aumentar la capacidad por detectar recursos personales que ofrezcan respuesta a “¿qué puedo hacer?”, multiplicar los pensamientos positivos entorno a todo aquello que sí funciona, etc.
Así mismo, en relación con la respiración, ofrecemos pautas para detectar cuándo estamos hiperventilando y restablecer los tiempos de inspiración y espiración.
Toda la intervención se resume en comprender qué sentimos cómo amenaza, porqué, y abrir nuevos diálogos internos que ofrezcan una visión más funcional del mundo. Con ello nos referimos a una visión que no focalice toda la atención en el problema y aprecie aquellos aspectos positivos que definen EL ARTE DE VIVIR.
Gracias Mª Teresa