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Estrés y sistema cardiovascular

El estrés (del inglés stress, ‘tensión’) es una reacción fisiológica del organismo donde entran en juego diversos mecanismos de defensa para afrontar una situación que se percibe como amenazante o de demanda incrementada.  Es una respuesta natural y necesaria para la supervivencia. Aunque en ocasiones, este mecanismo de defensa puede desencadenar problemas graves de salud, tanto físicos como psicológicos.

Esta semana, el equipo del INSTITUT D’ASSISTENCIA PSICOLOGICA I PSIQUIATRICA MENSALUS, nos recuerda la relación entre el estrés y el riesgo de padecer una enfermedad cardiovascular.

Las dos enfermedades cardiovasculares más frecuentes son la angina de pecho y el infarto.  La angina es una insuficiencia coronaria normalmente transitoria y reversible. El infarto es una necrosis de las células miocárdicas que da como resultado una isquemia grave prolongada e irreversible en una zona determinada del miocardio.

Existen factores de riesgo no modificables tales como la edad (a partir de los 40 años existe mayor riesgo de padecer este tipo de enfermedades) y los antecedentes familiares. Y también factores de riesgo modificables, es decir, que sí podemos intentar controlar, como por ejemplo la hipertensión arterial (el consumo de tabaco y el colesterol la aumentan), la obesidad y el estrés.

Estrés y enfermedades cardiovasculares

La Real Academia Española define el estrés como: “situación de un individuo, o de alguno de sus órganos o aparatos, que, por exigir de ellos un rendimiento superior al normal, los pone en riesgo próximo de enfermar”.  En nuestra práctica, consideramos el estrés como la respuesta o reactividad del organismo de índole física o emocional, a toda demanda de cambio real o imaginario que produce adaptación y/o tensión. Esta respuesta puede ser aguda (alarma) o crónica (estado de vigilancia), y en cada caso adecuada o inadecuada.

Cuando dicha respuesta se repite con frecuencia, es cuando se dañan los tejidos corporales. En el caso del corazón, el estrés incrementa la frecuencia cardíaca, el tono vascular, la presión arterial, y la secreción de Catecolaminas (concretamente Adrenalina y Noradrenalina). La significativa descarga de Catecolaminas que se produce como consecuencia del estrés, conlleva un aumento de la tensión arterial.  Todo esto provoca que el miocardio demande más oxígeno, y exista el riesgo de provocar una insuficiencia coronaria. Además de posibles lesiones del tejido muscular del corazón.

Estrés, personalidad y enfermedades cardiovasculares

La relación entre el estrés emocional y los problemas coronarios ha sido reconocida durante mucho tiempo.  Sin embargo, demostrarlo no es fácil, puesto que no resulta sencillo cuantificar el grado de estrés emocional.  Se han establecido condiciones de base en el perfil psicológico de las personas, considerándose que la personalidad “Tipo A” es la que mayor riesgo conlleva de padecer una enfermedad cardiovascular.  Cuando hablamos de este patrón de personalidad, nos referimos a individuos competitivos, apegados al trabajo, ambiciosos del éxito y poseedores de un alto grado de autoexigencia. Todo ello les provoca un gran nivel de estrés y les predispone a padecer una enfermedad de este tipo.

Las personas con un patrón de personalidad Tipo A se caracterizan por ser impacientes, fácilmente irritables, dominantes, autoritarias e incluso agresivas.  Acostumbran a mostrar una actitud hostil y competitiva. Suelen implicarse mucho a nivel laboral, buscan estar en activo permanentemente considerando el descanso como una pérdida de tiempo. Muestran una alta preocupación por el rendimiento final de aquello que hacen, restringen sus intereses y amistades al margen del trabajo y de la rentabilidad. Habitualmente poseen un pensamiento normativo tipo alexitimia. La alexitimia es el desorden neurológico que consiste en la incapacidad del sujeto para identificar las emociones propias y, consecuentemente, la imposibilidad para darles expresión verbal. Además, las personas con este tipo de personalidad, deben probarse continuamente e intentan medirse a través de sus logros, presentando así un constante miedo al fracaso.

Respecto al trabajo, suelen ser auténticas adictas. La adicción al trabajo es un producto del momento social en Occidente cuya característica principal es la velocidad, impaciencia y la definición del éxito como logro económico/profesional. Con el paso del tiempo, este tipo de personas únicamente se acuerdan de los acontecimientos laborales que han sido importantes en su vida. Se caracterizan por la imposibilidad de delegar (“quítate que lo haré yo”). Muestran cólera e ira sobre todo ante situaciones que susciten frustración. El núcleo básico de su personalidad es la competitividad, las actitudes de dominio y evitan el conformismo y sumisión.

Respecto a la agresividad, algunas formas que esta actitud adopta en personas con estrés con patrón de personalidad Tipo A son:

  • Desvirtuar los logros ajenos.
  • Mirar la fiabilidad de los resultados de los demás.
  • Disminuir el valor de los esfuerzos de los otros.
  • Desacreditar sus ideas.
  • Negar la atención o ayuda a aquellos que están al alrededor.
  • Perder la paciencia de forma descontrolada.

En resumen, podríamos decir que, aquellos que tienen más posibilidades de padecer una enfermedad cardiovascular, suelen ser competitivos, impacientes, hostiles, con ira contenida y alexitimia.

Hostilidad, ira y trastornos cardiovasculares

La hostilidad implica una respuesta verbal, una conducta agresiva dirigida a destrozar o injuriar a la gente. La ira es una emoción primaria que consta de sensaciones que varían de intensidad, desde un ligero enojo hasta una descontrolada furia.

La ira y la hostilidad son causa importante en los trastornos coronarios.  Varios estudios concluyen que las personas con hostilidad alta y probabilidad de proyectar la ira contra los demás, presentan más riesgo de padecer trastornos cardiovasculares. Al enfadarse aumenta la frecuencia cardiaca y la presión arterial.  Concretamente, las personas que experimentan episodios frecuentes de ira, se encuentran en un estado de vigilancia permanente; este hecho que les provoca estrés y todo ello les predispone a desarrollar una  enfermedad cardiovascular.

Además, la ira y hostilidad crónicas, llevan a la persona a recibir a un apoyo social bajo,  vivir conflictos en casa y en el trabajo, y en definitiva,  a padecer un importante malestar psicológico.

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