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El entrenamiento asertivo. La conducta asertiva no nace, se hace.

 “No nacemos siendo personas asertivas.  La conducta se aprende con entrenamiento asertivo”.

1 – ¿Somos asertivos?  Estilos básicos de comunicación.

Tal y como hemos mencionado en posts anteriores, la asertividad es la capacidad de autoafirmar los propios derechos y expresar los sentimientos personales, sin dejarse manipular y sin manipular a los demás.

En nuestro día a día, en los distintos ámbitos en los que nos movemos, no siempre sabemos decir “no” ante algo que no estamos conforme, mostrar nuestra postura al respecto, explicar y justificar dicha postura, pedir un favor cuando lo necesitamos, pedir clarificaciones, expresar insatisfacción por aquello que nos incomoda o gratitud cuando nos sentimos agradecidos, etc.  Hacerlo, responde a una conducta asertiva.

Para poder diferenciar claramente cuándo somos asertivos o cuándo no lo somos, primero de todo presentaremos los tres estilos básicos de comunicación que pueden aparecer en toda relación interpersonal: el estilo pasivo, el estilo agresivo, y el estilo asertivo.

 La persona sumisa

La persona pasiva o sumisa muestra escasa ambición, pocos deseos y principios.  Defiende a los demás, pero no defiende sus intereses personales.  El comportamiento que habitualmente podemos observar en ella es un tono de voz bajo, un habla poco fluida con evitación del contacto ocular, una importante inseguridad al decidir qué hacer y decir, así como frecuentes quejas a terceros (por ejemplo: “esta persona no me entiende”).  Por otro lado, algunos pensamientos que frecuentemente acompañan a esta conducta son: “lo que yo piense o sienta, no importa”, “necesito que los demás me quieran”, “no hablo para evitar molestar”, etc.  Como resultado, los sentimientos más recurrentes que aparecen están relacionados con la impotencia, la culpabilidad, la frustración, y la baja autoestima.

La persona agresiva

Por el contrario, la persona agresiva defiende en exceso los derechos e intereses personales, sin tener en cuenta los de los demás; en ocasiones, no los tiene en cuenta, otras, carece de habilidades para afrontar ciertas situaciones.  El comportamiento que a menudo podemos observar es un tono de voz elevado, un habla tajante, un ritmo de conversación rápido y precipitado, un contacto ocular retador, y una clara tendencia al contraataque.  Algunos de los pensamientos que pueden aparecer asociados a esta conducta son: “lo que tú pienses no me interesa, únicamente importo yo”, “no cometo errores”, “la gente debería ser como yo”, etc.  Para terminar, la ansiedad creciente, la soledad, la culpa, la sensación de falta de control, la frustración y la baja autoestima son sentimientos que están íntimamente ligados.

La persona asertiva

En cambio, a diferencia de la persona pasiva y la persona agresiva, la persona asertiva sabe decir “no” o mostrar su postura hacia algo, por ejemplo, expresando un razonamiento para justificar una idea, un sentimiento o una petición; a su vez, expresa comprensión hacia las posturas, sentimientos y demandas de los demás.  Así pues, la persona asertiva, conoce sus propios derechos y los defiende, respetando a los demás, intentando no ir “a ganar”, sino “a llegar a un acuerdo”.

Comportamiento, sentimientos y pensamientos.

En su comportamiento podemos observar un habla fluida y segura, un contacto ocular directo sin ser desafiante, una postura corporal relajada, así como una capacidad de discrepar abiertamente hablando de los propios gustos e intereses, pidiendo aclaraciones y pudiendo decir “no” cuando sea necesario.  Los pensamientos que acompañan a este estilo asertivo creen en los derechos del propio individuo y los derechos de los demás.  Los sentimientos que frecuentemente van asociados responden a una buena autoestima, una sensación de control emocional, una satisfacción en las relaciones personales, etc.
 
 

2-  Principales causas de la falta de asertividad

Existen cuatro causas principales por las cuales una persona puede presentar problemas de asertividad:

La primera causa la observamos cuando la persona no ha aprendido a ser asertiva, sin entrenamiento asertivo, o ha aprendido a serlo de un modo inadecuado.  Las conductas o habilidades para ser asertivo o no serlo, se aprenden; son hábitos o patrones de conducta.  No existe una personalidad innata asertiva o no asertiva, la conducta asertiva se va aprendiendo por imitación y refuerzo, por aquello que nos han transmitido como modelos de comportamiento nuestros padres, tutores, amigos, etc., e incluso los medios de comunicación.  En el aprendizaje de una persona no asertiva, puede que haya existido un castigo sistemático a las conductas asertivas, una falta de refuerzo a dichas conductas, o puede que haya obtenido más refuerzo por conductas pasivas o agresivas (por ejemplo, en el caso de una persona con una conducta pasiva que ha mostrado especial fragilidad, y por ello, ha recibido una atención extra).  

La segunda causa aparece cuando la persona conoce la conducta apropiada, pero siente tanta ansiedad que no la puede llevar a cabo.  En este caso, la persona ha vivido experiencias altamente desagradables que han quedado unidas a situaciones concretas.  Ello puede deberse a que dichas experiencias han sido especialmente ansiógenas y han producido un alto nivel de malestar (ejemplo, alguien que en una situación X se ha sentido discriminado). Situaciones de este tipo pueden dejar en la persona un nivel de ansiedad  tan grande, que a partir de ese momento, su respuesta asertiva se vea limitada o bloqueada.

La tercera causa es aquella en que la persona no conoce o rechaza sus derechos (por ejemplo fruto de una educación que ha convertido aquel individuo en sumiso). 

Y finalmente la cuarta causa la vemos cuando la persona posee unos patrones irracionales de pensamiento (esquemas mentales concretos y creencias asociadas) que le impiden actuar de forma asertiva.

 

3-  La asertividad se puede entrenar

Sí.  Tal y como hemos visto, no nacemos siendo personas asertivas.  La conducta asertiva se aprende.

El entrenamiento asertivo tiene como objetivo modificar la conducta y la comunicación pasiva o agresiva, y convertirla en asertiva.

El entrenamiento asertivo ha demostrado ser efectivo en el tratamiento de la depresión, el resentimiento y la ansiedad derivada de las relaciones interpersonales, especialmente si los síntomas han sido provocados por éstas.  Cuando una persona es asertiva, empieza a reclamar el derecho a sentirse relajada y ser capaz de dedicar tiempo a sí misma.

 

4-  Bases y objetivos del entrenamiento asertivo

El entrenamiento de la asertividad se centra en situaciones concretas del día a día.  Con la ayuda del terapeuta, se intentan encontrar distintas opciones de respuesta a dichas situaciones que correspondan a un estilo asertivo.  Para ello, es importante tener claro quién es la persona implicada, cuándo tiene lugar la escena, qué preocupa al paciente de la situación, cómo la afronta, qué miedos aparecen y cuál es el objetivo a conseguir.

Qué aprendemos del entrenamiento asertivo

En definitiva, con el entrenamiento asertivo el terapeuta ayudará al paciente a expresar sus derechos, a manifestar aquello que desea y necesita, a hablar sobre los sentimientos que despierta la situación vivida, a señalar el momento y el lugar adecuado para expresarse, a caracterizar la situación de la forma más detallada posible, a definir los sentimientos en primera persona, a limitar el objetivo de un modo concreto y firme, y a acentuar la posibilidad de obtener lo que deseamos si contamos con la cooperación de la otra persona.  Para conseguirlo, existen distintas técnicas que el terapeuta ofrecerá en sesión, y que, posteriormente, al incorporarlas en el día a día, se convertirán en valiosas herramientas para establecer una comunicación asertiva.

 

Bibliografía

Castanyer, Olga (2004) La asertividad: Expresión de una sana autoestima. Desclée De Brouwer. Bilbao.

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