“El líder experimenta para ser feliz, y si en un momento dado no lo es, busca cómo serlo”.
“Todos podemos ser líderes de nuestra vida; quizás se trata de querer serlo justamente en la nuestra y no en la de otra persona”.
En la siguiente entrevista, Ignasi Llorach, psicólogo colaborador del INSTITUT D’ASSISTENCIA PSICOLOGICA I PSIQUIATRICA MENSALUS, nos ofrece algunas pautas indispensables para convertirnos en los líderes de nuestra propia vida.
¿Qué entendemos por ser líderes de nuestra propia vida?
Cuando hablamos de ser líder nos referimos a llevar las riendas de nuestra vida.
Esta capacidad, en ocasiones, puede confundirse con tomar decisiones ideales o el camino perfecto, seguir pasos pautados sin baches que obliguen a “retroceder” y/o coger otros senderos, prever aquello que vendrá y acertar, etc.. Es decir, puede confundirse con pretender ser conocedores de todo lo que sucederá para así controlar cada paso que queramos dar.
Por supuesto, esto es un ideal, nadie puede llegar a ese nivel de conocimiento, pero no por ello pierde el control sobre su camino de vida.
Ser líder justamente responde, entre muchos otros factores, a poseer la capacidad de gestionar y adaptarse a los cambios a través de encontrar herramientas compatibles con el perfil personal y el contexto donde se utilizarán (una herramienta puede resultar útil para uno e ineficaz para otro).
Ser líder de nuestra vida no garantiza dar el paso perfecto sin más, sino el paso “adecuado” para cada momento (por ejemplo, después de cometer un “error”).
¿Es posible que, en el intento de ser líderes de nuestra propia vida, copiemos los pasos de otra persona?
Sí. Los otros, por supuesto, pueden servir como referente, pero no como camino exacto. Intentar liderar nuestra vida tal y como lo haría otro tiene un riesgo:
¿Seremos realmente nosotros quienes recorramos ese camino?
¿Nos sentiremos seguros actuando de un modo distinto a nuestro perfil?
¿Las decisiones que tomemos sentiremos que son nuestras?
¿Cogeremos realmente las riendas?
Estas reflexiones reflejan la necesidad de ser líderes genuinos e irrepetibles, no copias exactas de otros estilos. El control y la capacidad de responder ante las adversidades irán de la mano de este hecho.
¿En qué nos ayudará ser líderes genuinos?
Ser líderes respetando nuestro “yo” facilitará el tomar decisiones propias tal y como enunciábamos. El amor personal quedará preservado en el momento que identifiquemos como nuestro el discurso existente detrás de todo pensamiento o conducta.
Convertir el discurso de otro en propio pasa por la autorreflexión: aunque esa idea provenga de otra persona, se convertirá en nuestra cuando le demos forma.
Con ello entendemos que la capacidad de decisión facilitará el ser líderes de nuestra vida, ¿es así?
Así es. Además, siempre podremos decidir. Este es otro punto importante a tener en cuenta. Poder decidir no significa poder evitar el dolor o el malestar (Ej.: “Decido que esto no me afecte”). Decidir significa tomar una posición ante los distintos sucesos de vida y hacerla explícita (Ej.: “Decido dejar la relación y pasar por el proceso de duelo”). Conocer mi poder de decisión me recuerda que estoy capacitado para poner límites, esto resulta altamente revelador para la autoestima.
¿Qué puede frenar esta capacidad por tomar decisiones propias?
El miedo al fracaso(Ej.: “No cambio de trabajo por miedo a equivocarme; mejor me quedo donde estoy aún estar mal”).
Un pensamiento habitual asociado al miedo al fracaso es el siguiente: “cuanto menos decida, menos riesgo de fallar”. Bien, esta es un arma de doble filo dado que, como hemos visto, cuanto menos decido, menos mío siento el camino que estoy recorriendo, menos lidero cada paso que doy.
Desde el ámbito psicoterapéutico, ¿cómo se trabaja el miedo al fracaso?
Por ejemplo, proponiendo vivir el hecho de fracasar a partir de pequeñas exposiciones. Si una persona tiene miedo a experimentar la sensación de fracaso, puede resultar de ayuda vivirla con decisiones sencillas y observar qué ocurre. Si ella se percata de la capacidad de adaptación y gestión ante algo que “no ha salido como esperaba”, ganará seguridad para tomar otro tipo de decisiones.
Por otro lado, hablar sobre el concepto de fracaso y desmitificarlo (“El fracaso me va a hundir”) rompe con pensamientos automáticos e irracionales que aumentan el miedo y la ansiedad (“Si este fracaso sucediera, ¿qué es lo peor que podría pasar?”)
¿Qué otro tipo de trabajo puede realizarse?
Siguiendo esta línea y tomando como objetivo el ganar control y seguridad, conocer el contenido de aquello que tanto tememos (Ej. “Miedo a fracasar como profesional”), es esencial.
Un trabajo terapéutico dirigido a esclarecer dicho contenido implícito en el “titular” del miedo facilita que la persona conozca qué se esconde detrás de la emoción, de qué “capítulos” se compone (Ej. “Miedo a no llevar a cabo una buena praxis”, “miedo a generar problemas económicos en casa”, “miedo a darme cuenta que no soy tan bueno como creía”, etc.). Trabajar sobre los capítulos es más fácil que luchar contra un “todo”.
Además, cuantificar el grado de miedo con escalas del 1 al 100 hacen “palpable” algo abstracto y empujan a decidir un: ¿por dónde empezamos a trabajar? Aquello que podemos “tocar” siempre es más fácil de manejar.
¿Qué más hace el líder de su propia vida?
Optimizar recursos y valorar el abanico de posibilidades existentes, siempre y cuando las opciones preserven su persona y sus valores, así como el respeto por los demás.
El líder experimenta para ser feliz, y si en un momento dado no lo es, busca cómo serlo.
El líder es constante y perseverante, hecho que lo convierte en paciente; nadie ha dicho que conseguir un objetivo sea fácil. El líder se organiza y sabe que algunos resultados no se obtendrán hasta alcanzar “x” tiempo y esfuerzo.
Todos podemos ser líderes de nuestra vida; quizás se trata de querer serlo justamente en la nuestra y no en la de otra persona.
Muchas gracias Ignasi.
Entrevista realizada por Mª Teresa Mata.