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Gestión de la ira en adolescentes y jóvenes

Una de las funciones de la ira en adolescentes es la de garantizar nuestra supervivencia ante un ataque. Así mismo, esta emoción vela por nuestra adaptación al medio a través de la regulación de conductas interpersonales y sociales. En este sentido, cuando nos sentimos injustamente tratados, heridos o aparecen obstáculos que interfieren en la persecución de metas importantes, sentimos ira con el fin de desplegar una estrategia defensiva y actuar.

Esta semana, Alejandra Escura y Mireia Garibaldi, psicólogas del INSTITUT D’ASSISTENCIA PSICOLOGICA I PSIQUIATRIA MENSALUS, nos hablan sobre la gestión de la ira en los adolescentes y nos recuerdan una competencia básica en esta etapa: el autocontrol.

 

La Ira en adolescentes

Cuando la ira se presenta en su forma más intensa se produce un conjunto de cambios fisiológicos y biológicos como la aceleración de la frecuencia cardíaca, el aumento de la presión arterial, así como la elevación de los niveles de adrenalina y noradrenalina, hormonas que activan nuestro organismo y que van acompañadas de calor, sudoración, presión torácica, etc.

Aún ser una emoción que genera sensaciones poco agradables, desde un punto de vista evolutivo, la ira cumple una importante función: asegurar nuestra supervivencia ante un ataque y despertar los mecanismos de respuesta necesarios para adaptarnos al medio. Para ser más precisos, existen tres tipos de respuesta:

  • La respuesta corporal: el cuerpo se activa para la acción. Nuestro ritmo cardíaco aumenta, nuestra respiración se acelera, nuestros músculos se tensan y el flujo sanguíneo se dispara. Cuando los niveles de excitación perduran de forma intensa existe una mayor probabilidad de cometer actos impulsivos que deriven en conductas agresivas.
  • La respuesta cognitiva: es la interpretación que hacemos de la situación. Es la valoración necesaria para determinar el grado de agresión y malestar percibido.
  • La respuesta conductual: el objetivo de la conducta ante la experiencia de la ira está orientada a defendernos de aquello que nosotros interpretamos como una agresión física, moral o social, generando en nuestro cuerpo la necesidad de combatir aquello que nos dificulta o interfiere.

La gestión de estas respuestas puede resultar especialmente compleja en la adolescencia, una etapa repleta de cambios en la que conectar con los iguales es un elemento crucial para la autoestima y la adaptación al medio se convierte en un verdadero reto.

 

Gestión de la ira en adolescentes

En la adolescencia, el afrontamiento de la ira puede conducir a situaciones con consecuencias altamente negativas, tanto para uno mismo como para los demás. Una de las formas de acción que se asocian a la ira es la impulsividad. La impulsividad dificulta pensar desde la razón y valorar la repercusión de metas.

En este sentido, un aspecto importante para la gestión de la ira es el reconocimiento de las propias emociones. Sin embargo, cuando estamos bajo la influencia de la ira, sentimientos derivados como la vulnerabilidad, dificultan gravemente este reconocimiento y, con ello, su correcta gestión.

A nivel interpersonal, una mala gestión e integración de la ira puede desarrollar un estilo comunicativo basado en la agresividad y traer consecuencias altamente negativas para la maduración del joven, tales como el alejamiento y la desconexión del entorno social y familiar.

Por otro lado, tal y como enunciábamos, la ira es necesaria, es una emoción movilizadora. Al dirigirnos hacia la acción, esta emoción proporciona energía, promueve la defensa de los propios derechos, la expresión de puntos de vista emocionalmente intensos y se convierte en una señal de alarma ante amenazas y situaciones injustas que activa mecanismos de resolución de conflictos. Así pues, ¿dónde está la clave?

 

Agresividad y gestión de la ira en jóvenes

La inestabilidad emocional asociada a la aparición de la ira y una baja capacidad de autocontrol, son variables predictoras de la agresividad en la etapa adolescente.

Autores como Spielberger conceptualizan la agresividad como una conducta patológica que se produce a través de un continuo proceso de Ira-Hostilidad-Agresividad, que va desde una emoción (ira), pasa por una actitud negativa hacia los otros (hostilidad) y desemboca en una acción violenta con consecuencias negativas para el otro (agresión).

El desarrollo de estrategias de autocontrol emocional nos permite gestionar sentimientos, conductas y acciones que derivan de la experiencia vinculada a la ira. Antes es importante conocer las dos formas extremas que las personas manifestamos cuando perdemos el control: la conducta inhibida y la conducta explosiva.

La conducta inhibida corresponde a una respuesta de bloqueo. Dicho bloqueo imposibilita la expresión de opiniones y sentimientos y paralizada la gestión del conflicto. La repetición y no gestión del conflicto produce una acumulación de tensión y frustración que puede desembocar en un estallido emocional de dimensiones desproporcionadas. Se trata de una explosión de conductas que la persona no es capaz de frenar.

Experimentar estas respuestas conduce al joven a un aprendizaje: para controlar necesito reconocer mi mundo emocional: qué pienso de mí, qué pienso de los demás y, todo ello, cómo me hace sentir. Desde la psicoterapia individual y grupal trabajamos para que el adolescente encuentre en él y en el feedback ajeno la respuesta.

 

Consecuencias de la falta de autocontrol en el adolescente

Las consecuencias de la falta de autocontrol emocional en el joven principalmente responden a:

  • Depresión, sensación de desesperanza y agotamiento.
  • Resentimiento hacia el entorno (creo que los demás son el problema).
  • Miedos, percepción de amenaza de las situaciones o las personas del entorno.
  • Sentimiento de culpa tras valorar las consecuencias
  • Ansiedad (sobre activación de los mecanismos de defensa naturales del organismo)

 

Gestión de la ira en el Institut Mensalus

La falta de autocontrol emocional tiene graves consecuencias en la autoestima del joven dado que genera un elevado sentimiento de incapacidad por defender los propios derechos, establecer un estilo comunicativo asertivo y resolver los conflictos intepersonales e intrapersonales relacionados.

Desde Mensalus trabajamos el autocontrol y otras habilidades propias de la Inteligencia Emocional con el fin de convertir al adolescente en un individuo capaz de establecer relaciones personales sanas y asumir retos positivo-realistas que le ayuden a salir de ciertas zonas de confort y adentrarse en la mágica zona del aprendizaje vital.

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