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Las sustancias en la adolescencia. Entrevista al Dr. Joan Colom

¿Qué buscan los adolescentes en las sustancias? ¿Cuales son los tipos de sustancias que prefieren los jóvenes de hoy en día? ¿Qué efectos secundarios pueden producir estas sustancias sobre el organismo? ¿Qué papel juegan los padres? Estas y otras preguntas nos las responde hoy el Doctor Joan Colom, Subdirector General de Drogodependencias de la Dirección General de Salud Publica. Departamento de Salud, Generalitat de Catalunya.

¿Qué tipo de sustancias interesan más a los jóvenes de hoy en día?

Las sustancias son un fenómeno dinámico que ha ido cambiando a lo largo del tiempo. Pasan épocas distintas, y en función del tipo de contexto sociocultural que se vive en cada momento, en función del precio, en función de los mercados, y en función de los efectos, las sustancias se pueden modificar.

Por ejemplo, en los años 70, tuvimos una importante epidemia de consumo de heroína que generó una dinámica muy dramática. Provocó entre otras cosas, una enfermedad tan grave como es el sida, que a su vez provocó una gran mortalidad.  En los 80,  cambió radicalmente el tipo de sustancia prevalente, seguramente un motivo importante fueron los efectos adversos que había generado la heroína. Se vivía en un entorno más competitivo, más del “aquí y ahora”. En este concepto y contexto en pleno movimiento “yupi”, encajaba mucho más la cocaína.

Y en los 90, en plena época del ocio, las sustancias de síntesis (sustancias de diseño) tuvieron un impacto importante, sustancias que tenían como objetivo estimular el estado de vigilia y acompañar en un proceso de baile más o menos impulsivo compulsivo, y que en los años 90 dio nombre a la famosa “ La ruta del bacalao”, ruta que consistía en ir de discoteca en discoteca, de bar musical en bar musical, o de after en after, bailando ininterrumpidamente bajo los efectos de esta sustancia estimulante, con algún componente más o menos alucinógeno.

Todo esto ha ido acompañado todos estos años por el consumo importante de alcohol que ha cambiado de los años 70. Un consumo caracterizado por mucha frecuencia, poco consumo y poca graduación, a un consumo más de fin de semana, de más cantidad e intensidad, pero no tan frecuente.  Además, durante estos años, también hemos tenido un consumo muy importante de sustancias como el cannabis y los derivados del mismo. Un consumo que ha resultado relevante entre la población especialmente adolescente.  Finalmente, en medio de la secuencia que hemos comentado a lo largo de la historia, también han ido apareciendo otras sustancias en subgrupos menores tales como la ketamina, el éxtasis líquido, y otras sustancias anfetaminitas.

Así pues, si me preguntas qué interesa a los jóvenes, la respuesta es que los intereses van en función de cada momento y por ello las sustancias son distintas. Existe una multivariedad de consumos, pero lo que es evidente es que las sustancias preferidas por los jóvenes de hoy en día son el tabaco, el alcohol, el cannabis y la cocaína.

Sumado a todo lo comentado, me gustaría recalcar que, ni todos los jóvenes tienen un comportamiento de riesgo, ni todos los que salen de noche consumen, ni todos los que consumen, consumen de forma extrema.

¿Entre qué edades consumen más los jóvenes?

Los jóvenes se inician generalmente en el consumo entre los 14 y los 18 años.  Iniciarse significa probar y experimentar, otra cosa es que posteriormente exista una continuidad.  Entre las personas que tienen una exposición a una sustancia y las que quedan enganchadas, existen unas diferencias que hemos ido conociendo a lo largo del tiempo denominadas factores de protección y factores de riesgo.

Aquella persona que tiene una mochila cargada de factores de protección, aún no ser totalmente invulnerable, tiene más capacidad de resistencia o resilencia ante una persona que no posee estos factores de protección y tiene todos los de riesgo. Todo esto lo conocemos desde el estudio epidemiológico y  posterior detección de distintos rasgos diferenciales característicos de unas determinadas personas que no tenían este problema y de las que sí lo tenían. Tomando como resultado un conjunto de elementos que se podían considerar como factores de riesgo o factores de protección.

Así pues, los jóvenes se inician hacia los 14  y 18 años, con algunos cambios que en los últimos años hemos detectado. Por ejemplo, hemos visto que los porros probablemente acompañan o sustituyen al tabaco en el paso clásico de la infancia a la adolescencia. En este proceso tan característico transgresor, hemos observado que los porros afortunadamente han disminuido. Habíamos llegado a tener un 30% de la población de 14 a 18 años consumiendo porros alguna vez en el último mes, ahora afortunadamente ha bajado a un 22-23%.

Un detalle importante que hemos detectado es que las chicas consumen prácticamente igual, se inician igual que los chicos, cosa que hace 30 años no era así. Pero pasado un tiempo de consumo, las chicas consumen menos y además hacen un papel de tutela respecto a su pareja si la tienen.  Es lo que llamamos consumo de género, y para nosotros es muy importante desde un punto de vista preventivo.  Esto pasa con todo excepto con el tabaco; la chica continúa fumando igual o más que el chico.

¿Dónde y cuándo lo hacen? Las sustancias las asociamos a las fiestas y al fin de semana.  En el día a día, en el instituto, en el recreo, a la salida de clase,… ¿También se consume?

En general, lo que más se consume entre los adolescentes son los porros. Y efectivamente, hemos detectado que hay un subgrupo de población que sí puede consumir, no tanto dentro de la escuela, pero sí antes de empezar las clases o especialmente al salir.

A nosotros esto nos preocupa especialmente ya que los porros afectan a partir de una determinada frecuencia, con un síndrome amotivacional. Un síndrome que implica dificultad en la concentración, dificultad para memorizar, y en consecuencia, dificultad en el rendimiento escolar.  Esto es preocupante. Que un chico fume antes de entrar a la escuela, significa que su nivel de consumo es elevado.  Una cosa es consumir, probablemente, tal y como se hacía años atrás, en un contexto determinado lúdico y compartido. Otra muy distinta, que el joven consuma su propio porro, se trata de un grado de consumo distinto, pero propiamente no me atrevería a generalizar puesto que se trata de un subgrupo, no de algo habitual.

Desinhibición, diversión, emoción, excitación,… ¿Qué buscan los jóvenes en las sustancias?

Todo esto y placer.  Cuando uno es joven no tiene, o pocas veces tiene, sensación de riesgo, esta es justamente una de las características de la adolescencia, la ausencia de percepción del riesgo. Los jóvenes buscan un sistema para relacionarse, un espacio de identidad personal, un espacio en el que no estén influidos por los padres, las madres, las escuelas, etc., y en este entorno encajan las sustancias mencionadas.  El gran problema es que estas sustancias tienen un efecto y cuando se termina el efecto, el individuo se encuentra sin la sustancia y con más malestar que en el inicio; esta es la problemática de las sustancias.

Haciendo referencia al efecto que la sustancia ofrece sobre el organismo en ese mismo momento y las sensaciones posteriores: ¿puede un momento de “éxtasis” convertirse en una auténtica pesadilla?

Sí, efectivamente.  Tú empiezas una noche de diversión con tus amigos, tomas unas pastillas, y sí, puede aparecer una crisis de ansiedad y terminar en el hospital.  Con todo esto, aquella noche que había empezado con mucha ilusión y diversión acompañada por ejemplo por éxtasis, termina en la sala de urgencias de un hospital y se convierte en una pesadilla, ya no digamos si se trata de otras sustancias como el LSD o las setas que pueden dar un viaje sin retorno.

Con las sustancias, es también importante tener en cuenta la idiosincrasia personal.  No todo el mundo responde igual a la misma sustancia ni a la misma sustancia. De tal manera que una misma persona hipersensible con una pastilla, puede hacer una reacción adversa mucho más exagerada de lo esperado.

Por ejemplo, las sustancias de síntesis provocan un efecto muy infrecuente pero muy grave, llamado “la crisis del golpe de calor”, una fallida del sistema termorregulador del organismo que puede provocar la muerte.  Tal y como hemos comentado, lo que sí es frecuente son las crisis de ansiedad, crisis que te obligan a parar, salir fuera, ventilar, y en los peores casos ir a urgencias.  Así pues, no existe consumo sin riesgo.  Con el alcohol podemos saber dónde está el límite, pero con el resto de sustancias no podemos decir: “menos que esto no te pasará nada”, porque existe un factor personal muy importante.

Entre otras cosas se comenta que un 8% de los consumidores de porros frecuentes o de una cierta intensidad, pueden generar problemas en formato de brotes psicóticos que probablemente no aparecerían si no hubiesen consumido cannabis.  Con los porros se dice también que en función de la vulnerabilidad individual, pueden emerger diversas patologías que estaban silentes.

Nosotros lo que ahora intentamos es generar en el joven una cierta capacidad crítica: si tiene que consumir, que sea consciente y consecuente que todo esto puede tener un efecto.

¿Qué sustancias consiguen ofrecer un mayor efecto en un menor tiempo? ¿Esto interesa a los jóvenes?

El buscar la rapidez en el efecto aparece principalmente cuando el individuo ya es un adicto y está con un síndrome de abstinencia; en ese momento lo que quiere es que una sustancia tarde lo mínimo en hacer efecto, y ello se consigue principalmente con la vía de administración.  En el caso por ejemplo de la heroína, cuando la tomas intravenosa, el efecto, lo que se denomina el “high”, es inmediato, fumada también pero un poco menos.  Con la cocaína igual, la cocaína esnifada tiene un tiempo de absorción que en breve hace efecto, ya que utiliza como distribución el sistema respiratorio, y si se inyecta igual.  Así pues, el efecto viene acompañado por la vía, de todas formas tendríamos que diferenciar dos grandes grupos:

El grupo de adictos que necesita e intenta consumir de la forma más rápida posible para volver a encontrarse bien dado que sin esa sustancia existe un síndrome de abstinencia.  Ya no experimentan el placer que obtenían cuando la tomaban al principio, y además, se encuentran orgánicamente muy mal.  Así pues, ya no la toman por placer, sino para no encontrarse mal, entrando de este modo en el círculo vicioso de la dependencia.

El otro grupo es el del consumidor natural.  El consumidor natural yo no me atrevería a decir que busque, ahora poniendo como ejemplo el alcohol, el chupito para emborracharse inmediatamente, tiene suficiente consumiendo 3 o 4 cubatas a lo largo de la noche.

¿Qué otros efectos secundarios, físicos y psicológicos pueden provocar las sustancias que hoy hemos mencionado?

Cada sustancia tiene sus efectos.  Por ejemplo, la heroína es un depresor del Sistema Nervioso Central característico, que produce un efecto relajante y analgésico que busca aislarse de los demás. Entre los efectos adversos más importantes destacan los problemas cardiovasculares y distintos problemas orgánicos.  Por otro lado, la cocaína sería la oposición a esto, se trata de una sustancia estimulante que intenta potenciar el estado de vigilia. Estado  que teóricamente aumenta la concentración, pero que también aumenta la hipertensión, la dilatación pupilar, y que tiene efectos secundarios principalmente a nivel vascular y también psiquiátrico.

La marihuana, tal y como ya he dicho, su efecto más relevante es el síndrome motivacional. Es decir, la falta de concentración, de capacidad, de atención, de memoria y en consecuencia, de rendimiento y trabajo, así como la posibilidad, antes comentada, que aparezcan trastornos psiquiátricos que quizás, sin consumir, no hubiesen aparecido.  El alcohol es un desinhibidor clásico que produce  una cierta euforia para después producir una depresión.  El tabaco posee un potente estimulante, la nicotina.  Y finalmente, las sustancias de síntesis, tal y como he comentado, aumentan el estado de ánimo, el estado de vigilia. Además, al poseer un carácter importante de percepción de la luz y la música, su efecto aumenta en un contexto “de discoteca”. Un efecto adverso poco frecuente son los golpes de calor, y mucho más frecuente las crisis de ansiedad.

Con todas estas sustancias a largo plazo, uno puede terminar siendo adicto a ellas. Algunas con más posibilidad que otras, provocar francamente muchos problemas.

¿La gente joven se preocupa por las consecuencias que puedan traer las sustancias? ¿Se percatan de su peligrosidad?

A veces, olvidamos que, si existe un 5% de jóvenes que consumen alguna vez cocaína, significa que hay un 95% que no la consumen.  Tenemos tendencia a magnificar los resultados de las personas que consumen versus a las que no, no olvidemos que un 95% no lo hace.

Desde nuestra labor, intentamos aumentar la capacidad crítica y la percepción de riesgo de la población joven, pero existe un punto en que las personas, cuando son especialmente adolescentes, no dan valor a los riesgos potenciales que tienen, ya no sólo a las sustancias, sino en general a todo tipo de comportamientos, dado que están en “la flor de la vida” y piensan justamente que, a ellos, ese peligro no les tocará.   Por eso trabajamos mucho los iguales, los compañeros, ya que estos tendrán una influencia decisiva en el potencial consumo y en el soporte ante el no consumo;  el grupo es un elemento clave.

“Chicos pijos” y “chicos de barrio” ¿consumen igual? ¿El contexto familiar y social de estos chicos influye en el hecho de consumir?

Hemos hablado de factores de protección y factores de riesgo.  Algunos de los factores de riesgo pueden ser por ejemplo el vivir en familias desestructuradas (familias con trastorno o discordia familiar), vivir en un entorno favorable al consumo, vivir en sociedades muy consumidoras, entre otros.  Al principio pueden haber algunos matices, pero cuando uno consume ya no hay diferencias entre el pijo o no pijo, el rico o el pobre, etc.  Cuando uno es adicto, el objetivo prioritario de aquella persona es consumir. Cuando no es adicto, puede haber diferencias.

Haciendo referencia a algunas de las sustancias más habituales, el alcohol creo que está extendido entre todas las capas sociales, y con el  tabaco ocurre lo mismo.  La marihuana también está muy generalizada entre capas sociales. En cambio, probablemente la cocaína, está mucho más ligada al mundo de la noche y a un subgrupo muy poblacional.  Mundialmente cada vez existen menos diferencias entre norte y sud. Cada vez hay menos diferencia entre géneros y también entre culturas y sociedades, así como entre niveles económicos.  Aún así, evidentemente, cuanto menos poder adquisitivo tienes, inicialmente, menos consumes.

¿Qué papel tiene la familia, concretamente los padres, en el consumo de cocaína en un hijo?

La familia tiene un papel muy importante, no tanto a nivel de consumo sino a nivel de prevención. La familia es la entidad educadora por excelencia. Estos últimos años hemos visto que, muchas veces, la familia ha delegado este rol educativo a la escuela.  El nivel de vida actual, el trabajo, la poca conciliación familiar, entre otros factores, hacen que el niño esté solo en casa. Y por ello, el principal elemento educador termine siendo la escuela.  La escuela es un elemento educador académico, pero no educador de la parte básica comportamental.

La familia para nosotros tiene un papel muy importante. Sea el tipo de familia que sea, tiene un rol fundamental, y es uno de los principales factores de protección y de prevención de riesgo.  La familia tiene que estar al lado de los hijos: cuando uno se hace adolescente, busca su identidad. Cuando busca esta identidad, el padre y la madre dejan de ser los referentes históricos que han sido hasta el momento, algo natural y biológicamente correcto. Pero una cosa es la separación de estos referentes y otra muy distinta que se pierda la comunicación.  Muchos de los trabajos que nosotros hacemos con padres se basan en instrumentos básicos de cómo comunicar. Porque cuando se rompe la comunicación, cuando el padre se convierte en un detective o  educa desde un estilo únicamente controlador, esto no es eficaz.

Existen varios estilos educadores. Desde el impositivo o controlador, con muy poco efecto y mucha norma, hasta el permisivo sin norma ni efecto.   A diferencia de estos extremos está el término medio. Aquel que ofrece límites y también da soporte y control, pero lo hace con mucho efecto. Este tipo sería el más preventivo. Es importante señalar que a los padres no les podemos culpar si sus hijos consumen sustancias. No hay ninguna garantía de que un padre y una madre que lo han hecho educativamente excelente, su hijo no consuma.  Existen muchos factores, pero es evidente que la familia es uno muy importante.

La sociedad en general, ¿somos conscientes del riesgo que conlleva el consumir sustancias?

La sociedad oscila en cuanto a la preocupación con las sustancias, claro que preocupación no equivale a conciencia.  En los años 70, cuando tú preguntabas a la sociedad qué le preocupaba más, ponía las sustancias en un segundo o tercer puesto, algo para mí preocupante. Hoy en día, la sociedad lo pone entre un quinceavo y veinteavo lugar, esto en mi opinión también es preocupante.  El equilibrio es lo adecuado.

La sociedad tiene mucha información. Pero muchas veces le puede este valor hedonístico que tienen las sustancias, esta capacidad de evadirse de la situación y de un problema.  Creo entonces que quizás no es suficientemente consciente. Tal y como por ejemplo lo es con el consumo de tabaco. Recordemos que 30 años atrás la sociedad era poco consciente y ahora lo es mucho más. Tenemos que hacer un cambio cultural progresivo, para que al menos la gente no banalice el consumo de sustancias.

Entrevista realizada por Maria Mata Massó

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