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Trastornos alimentarios: “La detección precoz es vital”

“La detección precoz es vital”;sin la ayuda de un profesional, el tiempo sólo afianza el trastorno”.

Albert Soldevilla es psicólogo colaborador del INSTITUT D’ASSISTENCIA PSICOLOGICA I PSIQUIATRICA MENSALUS. Tiene una amplia experiencia en el tratamiento de trastornos alimentarios, tanto en hospitales de día como en consulta privada. Actualmente realiza reeducación alimentaria, terapia individual y asesoramiento familiar para prevenir y tratar este tipo de trastornos.

En esta entrevista, Albert Soldevilla responde a las preguntas más habituales sobre esta problemática.

¿Qué entendemos por trastornos alimentarios?

Para no entrar en definiciones científicas, me gustaría hablar de los trastornos alimentarios como la expresión de un malestar interior que se manifiesta con una obsesión desmesurada por la ingesta de comida y el aspecto físico.  Este malestar interior puede tener múltiples causas y por ello el tratamiento debe compaginar la reeducación alimentaria y la psicoterapia en un mismo proceso.

¿Qué tipo de trastornos alimentarios afectan a un mayor número de población?

Los trastornos más conocidos son la anorexia y la bulimia nerviosas, pero el que quizá afecta a más personas es el Trastorno de la Conducta Alimentaria No Especificado (TCANE).  Este trastorno combina síntomas de anorexia y bulimia sin llegar a ser ninguna de las dos. Por ello es el más común pero a su vez el menos conocido.

Es importante destacar que cada vez aparecen más variantes de trastornos alimentarios. Como por ejemplo el comer de forma compulsiva (binge eating). Realizando atracones o ingestas de comida de forma recurrente como consecuencia de un malestar interior relacionado con la insatisfacción personal.  También existe el vómito compulsivo (vomiting), en el que el individuo se auto provoca vómitos de forma recurrente. Para paliar su sentimiento de culpa después de haber ingerido alimentos.  Por otro lado, algunas personas no pueden parar de picar entre comidas, hecho que las lleva a desorganizar su alimentación y a sentirse culpables por ello. En consecuencia, ellas también sufren bastante ansiedad.

En el polo contrario encontramos la ortorexia, la obsesión por comer sano, una obsesión en la que la persona afectada mide todos los alimentos e intenta combinarlos de forma muy rígida sin permitir excepciones.

Para terminar, también existe un colectivo de personas que se despiertan de noche con un hambre atroz y comen en exceso de madrugada. Así como otros trastornos de la alimentación que no están catalogados pero interfieren de forma importante en la vida de muchas personas.

¿Qué edades comprenden la mayor parte de personas afectadas?

Es diferente si hablamos de la edad en que se inicia un trastorno alimentario, que la edad en que se detecta y realiza el tratamiento.  Los trastornos alimentarios normalmente suelen empezar durante la etapa adolescente. Pero en muchos casos el tratamiento se realiza al cabo de unos años de evolución de la enfermedad, momento en el que ya es muy evidente o la persona y su entorno se encuentran desbordados.  Aunque durante la vida adulta también pueden aparecer estos trastornos, lo más habitual es que en la etapa adolescente se den más factores de riesgo debidos a la presión de grupo (comentarios de los demás) y el culto a la imagen para buscar la aceptación de los demás.

¿Cómo se detectan los trastornos alimentarios?

 Detectar un trastorno alimentario no es fácil a no ser que se produzca una bajada o subida de peso fuera de lo normal, o incluso debido a oscilaciones constantes de peso. Es importante estar atento a todas aquellas personas que acuden muy frecuentemente al baño, sobre todo después de las comidas.  También hay que observar si la persona en cuestión siente vergüenza al comer delante de los demás o reprime constantemente alimentos con un alto nivel calórico. Si una persona realiza compensaciones de forma reiterada. Es decir, come lo que le apetece y después realiza ayunos. O come excesivamente ligero para compensar, puede que esté desorganizando su alimentación debido a su preocupación por subir de peso. Algunas personas realizan estas compensaciones a partir del ejercicio físico, tanto si comen en exceso como si llevan una alimentación normal. Utilizan el deporte de forma indebida como intento de controlar su dieta.

Las personas que comen excesivamente rápido (de forma compulsiva y con ansiedad), pueden estar trasladando su malestar a la comida. Este es un comportamiento más propio de la bulimia nerviosa.  Por el contrario, si la persona tarda en exceso en terminar de comer, trocean la comida, la esparcen por el plato, se sienten saciadas demasiado pronto, y no disfrutan de ningún alimento, este hecho puede ser indicativo de un comportamiento más típico de la anorexia.

Cuando se convive con una persona que esconde comida por casa, o bien desaparecen cantidades importantes de alimentos de los armarios o nevera, es necesario prestar atención a todo lo mencionado anteriormente.

Por último, un trastorno alimentario no sólo se puede detectar por la ingesta de comida, sino también por la imagen de la persona.  Si ésta se viste siempre de la misma forma o con ropa ancha sin mostrar nunca el cuerpo (incluso en verano), puede indicar que la persona no se encuentra satisfecha con su cuerpo.

¿Y cómo se diagnostican?

En  ocasiones no es fácil realizar un diagnóstico detallado, ya que algunas personas comparten sintomatología diversa.  Aún así, cuando una persona se encuentra por debajo del Índice de Masa Corporal (IMC) de 17,5 se considera que su salud física corre peligro. El IMC se calcula dividiendo el peso en Kg. por la altura en metros al cuadrado, considerándose la normalidad entre 20 y 25 según talla y edad.  Las personas con este índice se acercan a la anorexia nerviosa. Todas ellas sienten terror a subir de peso, su menstruación se desregulariza o desaparece. Además realizan conductas compensatorias o purgativas.  La mayor parte de las veces toda esta sintomatología va acompañada de una distorsión de la imagen corporal.Una distorsión en la que se perciben como personas obesas aún estar extremadamente delgadas.

Cuando una persona con un índice de masa corporal normal o por encima de lo normal, tiene falta de control sobre la ingesta y realiza atracones de comida (ingerir una cantidad importante de comida en menos de 20 minutos sin poder controlarse), recurre a conductas purgativas o compensatorias, y su opinión sobre sí misma depende en exceso de su aspecto físico, puede estar sufriendo o sufre bulimia.

En definitiva, la obsesión por el peso, la figura, el aspecto físico, o cualquier malestar emocional que repercuta de forma importante en los hábitos alimentarios, puede considerarse un trastorno alimentario.

¿Qué factores de riesgo pueden facilitar el desarrollo de este tipo de trastornos?

 Existen factores de riesgo generalizados a los que todo el mundo se encuentra expuesto. Tales como los medios de comunicación, los cánones de belleza etc. Así como factores de riesgo de tipo familiar e individual.

Cuando en una familia existen antecedentes por trastornos alimentarios o excesiva preocupación por el peso o la imagen, éste suele ser un factor de riesgo importante.  Si además, la familia realiza comentarios sobre dietas, compensaciones, o valoraciones negativas de la imagen de una persona, puede desencadenarse cierta obsesión por la imagen y miedo a subir de peso.

En cuanto a los factores individuales, éstos pueden ser muchos. Aunque los más comunes son la baja autoestima y problemas emocionales tales como ansiedad y depresión.

Los casos de anorexia normalmente la persona es excesivamente perfeccionista consigo misma y posee una mentalidad autoexigente.  En el caso de la bulimia, por lo general, la persona sufre en silencio y carece de asertividad, capacidad comunicativa que permite expresar emociones, opiniones, derechos, etc. de forma saludable sin generar conflicto con los demás.

También pueden existir otros factores como practicar un deporte que requiera mucha dedicación, esfuerzo, y sufrimiento. También suele ocurrir, sobre todo durante la adolescencia, que algunas personas empiecen a realizar conductas relacionadas con los trastornos alimentarios por no asumir de forma saludable los cambios provocados por el crecimiento natural del cuerpo.  Estas conductas, pueden provocar que las personas de un mismo grupo “se contagien” entre sí para obtener reconocimiento de los demás. O sencillamente por la creencia de: “si los demás lo hacen, aquello es lo correcto”.

¿Es fácil que las personas con un desorden alimentario pidan ayuda por sí mismas?

Desgraciadamente no.  En casos como la anorexia, son las personas más cercanas las que piden ayuda. Ya que la persona que la sufre no tiene conciencia de enfermedad y por ello cree que los demás están equivocados al pensar que su salud puede estar afectada. En los casos de bulimia o de comer de forma compulsiva, es más fácil que la persona acuda por sí misma. Pero ésta suele hacerlo cuando lleva demasiado tiempo intentando resolver el problema por su cuenta. Hecho que provoca un agravamiento del trastorno.  Por todo ello, es muy importante pedir ayuda de inmediato así como la detección precoz del trastorno.

¿Cómo afecta un trastorno alimentario a la vida diaria de una persona?

 Podríamos afirmar que en su totalidad.  La persona con un trastorno alimentario está muy obsesionada por sus ingestas y su imagen física. Lo que le lleva a estar pensando constantemente en ello. La persona intenta controlar al máximo las ingestas  y las conductas compensatorias o purgativas. Hecho que en realidad, es imposible de controlar totalmente, por lo que se convierte en una preocupación constante.  Con todo ello su ansiedad aumenta de forma exponencial, y únicamente encuentra cierto alivio cuando cree que hace lo correcto. Conducta compensatoria o purgativa. Un alivio únicamente “efectivo” a corto plazo, ya que el pensamiento obsesivo continúa en marcha.  Sin darse cuenta, las personas con este tipo de obsesión, cuanto más intentan controlar sus hábitos alimentarios, más descontrol generan.

¿Qué papel juegan las familias?

La familia es primordial.  Además de ser quien acompaña a la persona afectada, su papel durante el tratamiento es muy importante.  Lo habitual es realizar el tratamiento con el apoyo de la familia, ya que es necesario que las indicaciones terapéuticas tengan su reflejo en ella para así poder ayudar a la persona afectada.  Además, muchos familiares no saben cómo actuar. Necesitan asesoramiento para colaborar en el mismo sentido que la psicoterapia y la reeducación de los hábitos alimentarios. Normalmente, con la mejor de las intenciones, los familiares intentan ayudar a la persona afectada de un modo que únicamente agrava el problema. Por este motivo es imprescindible que formen parte del tratamiento.

¿Qué trabajo realiza el psicólogo junto a las personas afectadas?

Lo más importante es generar un buen vínculo con la persona afectada para que se dé cuenta que la intención del terapeuta es ayudarle a salir del malestar en que se encuentra.  Este hecho no resulta fácil en el caso de la anorexia, ya que la persona no suele estar receptiva al tratamiento.

Además de reeducar en los hábitos alimentarios, el terapeuta tiene que ser muy hábil en conseguir que la persona se dé cuenta que todos sus intentos por controlar su dieta, imagen, peso, etc. han sido en vano. Que hasta el momento solo han hecho el efecto contrario: agravar el problema.  Una vez conseguido, es necesario proporcionar estrategias con las que la persona pueda cambiar sus hábitos.

También es importante determinar conjuntamente con la persona afectada, las fuentes de sufrimiento que aparentemente no tienen que ver con el trastorno.  Estas fuentes de sufrimiento escondidas bajo el trastorno alimentario, son las que permitirán cambios a largo plazo, puesto que son el “verdadero problema”, un problema que ha tenido su reflejo en la comida.

¿Cuánto tiempo dura este trabajo?

El tiempo de tratamiento normalmente es proporcional al tiempo que ha tardado la persona en ponerse en manos de un profesional.  Por mi experiencia, he tratado personas con los primeros síntomas de un trastorno que se han recuperado en muy poco tiempo. En cambio, las personas que llevan años de evolución, puede que tarden algo más. Sobre todo en los casos de anorexia, ya que primero hay que entablar el vínculo que permita a la persona ser consciente de que existe un problema que tiene que solucionar con la ayuda del terapeuta y la familia.

¿Cuándo una persona con un trastorno alimentario puede decir que está recuperada?

 Cuando los pensamientos obsesivos sobre su imagen e ingesta desaparecen, y sus hábitos alimentarios se han normalizado durante un periodo de tiempo que oscila entre los 3 meses y un año.  Es importante realizar sesiones de seguimiento espaciadas en el tiempo una vez se ha dado el alta a la persona. Para poder comprobar que ésta es totalmente autónoma y no necesita de la supervisión de un profesional ni de su propia familia.  Del mismo modo, terapeuta y paciente tienen que estar de acuerdo en que la problemática subyacente al trastorno alimentario también se ha resuelto, y que los cambios perduran en el tiempo.

En la parte final del tratamiento se realiza un trabajo específico para la prevención de recaídas en la que la persona puede recurrir a las estrategias que se han trabajado en consulta para conseguir la “libertad definitiva” de su trastorno alimentario.

¿Qué les diría a todas aquellas familias que han detectado un desorden alimentario en algún miembro cercano, pero aún no han pedido ayuda? ¿Y a todas aquellas personas afectadas?

Que pidan asesoramiento lo más pronto posible.  En ocasiones se suele perpetuar el problema por pensar que ya se arreglará con el tiempo. Pero sin la ayuda de un profesional, el tiempo sólo afianza el trastorno.  Aunque únicamente sea para descartar que exista un problema alimentario, vale la pena que lo determine un profesional de la salud.  Tal y como he comentado anteriormente, la detección precoz es vital.

A las personas afectadas les diría que lo que están haciendo para solucionar su problema es muy probable que sea precisamente lo que las mantiene en el mismo. Y que el paso del tiempo sólo hace que afianzar el trastorno.  También les pediría que hicieran un balance general sobre su vida. Que fueran conscientes de qué facetas podrían estar provocando su malestar interno, ya que eso seguro que tiene que ver con su sintomatología alimentaria.

Finalmente, les diría que confíen en un profesional que las pueda ayudar a sentirse mejor y a librarse de ese malestar que las mantiene en constante tensión.  Los psicólogos sólo tenemos una prioridad: que la persona aumente su bienestar de mutuo acuerdo y que consiga sus objetivos de forma saludable y perdurable.

Muchas gracias Albert.

Entrevista realizada por Mª Teresa Mata.

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