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“Mi hijo no toma las responsabilidades de la vida adulta”

193- Responsabilidades vida adulta_Rebeca_12756802_sAlgunos jóvenes, llegada la etapa adulta, evitan responsabilidades, se refugian en casa de los padres por temor a salir y enfrentarse a las exigencias del mundo real.  El origen de dichos temores puede deberse a muchos motivos.

Sea como sea, la mayor parte de los miedos empiezan en la adolescencia, cuando el chico prefiere quedarse en casa en lugar de relacionarse.  El resultado es un joven que no ha experimentado, se ha sentido “torpe” socialmente, le ha resultado costoso formar parte de un grupo de amigos, y, en la actualidad, siente que no dispone de las herramientas necesarias para conseguirlo.

Esta falta de recursos se traduce en dificultades para tomar decisiones y responsabilidades, hecho que le impide vivir de forma independiente a muchos niveles.

En la siguiente entrevista, Rebeca Alonso, psicóloga colaboradora del INSTITUT D’ASSISTENCIA PSICOLOGICA I PSIQUIATRICA MENSALUS, nos presenta algunas pautas psicoterapéuticas para abordar, a nivel familiar, problemáticas de este tipo.

¿Cómo muchos jóvenes llegan a esta situación?

Los motivos por los cuales un chico/a no toma las responsabilidades propias de la etapa adulta pueden ser muchos.  Sea como sea, llegados a esta situación, la mayoría ha entrado en una zona que reside lejos de la autonomía y se alimenta del miedo a “no sé cómo desenvolverme solo” sumado al “aquí no tengo que preocuparme por nada”.

Así pues, la casa de los padres se convierte en su zona de confort, esa zona en la que el joven no se siente tan torpe y nada le asusta porque todo es conocido.

En un principio, los padres ven a su hijo como un joven tranquilo y hogareño.  Las cosas van bien en casa y no existen aparentemente problemas.  Pasan los años y, sin darse cuenta, el niño se ha convertido en un adulto de 30 años que no posee habilidades para relacionarse, buscar trabajo, independizarse, hacer tareas domésticas o llevar la economía de un hogar.

 

¿En qué momento empiezan los padres a observar que sí existe un problema de responsabilidad?

En ocasiones los padres no se dan cuenta hasta que llega el momento de “volar” y el chico no sabe cómo hacerlo.  Más concretamente, podríamos decir que los padres empiezan a alarmarse cuando ven que, sin trabajo y dedicación, el hijo no va a sobrevivir como adulto.

Es entonces cuando hablan con el hijo, éste no responde como ellos desearían y, ante la necesidad de un cambio y la no obtención de resultados, deciden que el chico debería ir al psicólogo.

¿Qué sucede cuando los padres plantean a su hijo la necesidad de ir al psicólogo?

El problema aparece cuando el hijo no quiere ir al psicólogo, puesto que, al ser adulto, no desea que le digan lo que tiene que hacer. Tampoco entiende por qué, después de tantos años de convivencia, existen problemas por seguir haciendo lo que siempre ha hecho.  De golpe, sus referentes le indican que no va por buen camino y que debe ser asesorado por un profesional.

Habitualmente, el joven no considera que tenga un problema, sino que el mundo es el que no está bien: “estamos en época de crisis”, “no hay trabajo”, “la gente no me acepta”, etc.

¿Cómo se sienten los padres ante tal situación?

Llegados a este punto, los padres pueden sentirse maniatados, sin margen de actuación y quedarse totalmente bloqueados.

En estos casos resulta de ayuda que sean ellos quienes den el primer paso y consulten a un profesional, con el objetivo de iniciar una intervención a nivel familiar.  Los cambios en cada uno de los miembros se trasladan al resto de componentes del sistema, desencadenando así nuevos movimientos e interacciones.

Así pues, los psicólogos podemos colaborar con los padres, apoyarles y hacer equipo para desbloquear la situación a partir de pequeños cambios en el sistema.

¿Qué tipo de actuación puede ayudar a desbloquear la situación?

Una de las principales actuaciones consiste en provocar que la zona de confort deje de ser tan confortable.  Paulatinamente, se introducen más responsabilidades en casa y se proponen sutiles tareas que impliquen la interacción con los demás.  Todo aquello que el hijo teme sobre el mundo exterior, lo introducimos en su vida (según cada caso, las indicaciones serán unas u otras).

De este modo, el joven empieza a adquirir más habilidades y destrezas, y ve más cerca la posibilidad de incorporarse a la vida “real”.  También puede suceder que empiece a darse cuenta de la angustia que produce dicha situación, y se movilice algo en él que le haga perder la posición “confortable”.  Será entonces cuando decida, de forma individual, buscar una solución.  Si no siente que tiene un verdadero problema, difícilmente consultará a un psicólogo.

Todo ello no parece una tarea fácil, ¿es así?

Nos gustaría señalar que el camino para introducir pequeños cambios y responsabilidades no es sencillo.  En ocasiones, algunos padres van demasiado deprisa, otros no se atreven por miedo a que su hijo sufra o deje de quererles, etc.

Por supuesto, ante los cambios aparecen reacciones nuevas por parte de todos.  Se rompen patrones de funcionamiento familiar y, paralelamente, surgen multitud de incógnitas.  El joven se enfada con los padres al cambiar las reglas del juego y, por primera vez, empieza a oponerse a lo que está ocurriendo en casa.

Aún así, la realidad nos dice que, si no cambian las reglas del juego, el final no va a ser satisfactorio…

…Algo tiene que suceder dentro de la zona de confort para que aparezcan nuevas oportunidades y experiencias.

Muchas gracias Rebeca.

Entrevista realizada por Mª Teresa Mata.

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