“El uso social de Internet está superando a su uso profesional. Conocer gente y relacionarse en la red es uno de los principales atractivos de este medio. Esta nueva tecnología trae consigo una serie de características específicas que van a determinar la forma de comunicarse y relacionarse” . Félix Moral, Universidad de Málaga (2001)
En 2001 el anuario de Psicología de la Universidad de Barcelona publicaba un interesante artículo de Félix Moral donde se analizaban primeros aspectos psicosociales que motivaban a la búsqueda de las relaciones personales en internet y las consecuencias que éstas tenían para sus usuarios.
Casi 15 años después, con Yolanda Segovia, psicóloga colaboradora del INSTITUT D’ASSISTENCIA PSICOLOGICA I PSIQUIATRICA MENSALUS, nos planteamos retomar estos aspectos y hacer una valoración de todo ello.
¿Qué elementos cita el artículo como motivadores de las ciberrelaciones?
Entre los principales motivos que llevan a las personas a establecer relaciones personales a través de internet destacan la elevada ansiedad en determinados ámbitos sociales, el hecho de llevar un estilo de vida agitado, la dificultad por encontrar personas con identidades similares en contextos sociales cercanos, así como la necesidad de poner a prueba nuevos aspectos de la propia personalidad.
¿Qué entendemos por poner a prueba nuevos aspectos de la personalidad?
En ocasiones, el entorno familiar y social más cercano es el mejor lugar donde sentirse acogido y respaldado para ser uno mismo. Otras, puede percibirse como un espacio complicado para expresar y evolucionar por miedo a mostrar incongruencias con “el yo de siempre” (“¿nunca quería realizar deporte y ahora se atreve con actividades de aventura?”).
Los aspectos que uno desea experimentar y poner a prueba pueden estar relacionados con la capacidad de superación, la fe y la espiritualidad, la curiosidad sexual, etc. Se trata de aspectos no manifestados hasta el momento que ahora piden un espacio. Internet ofrece un lugar lejos de los contextos relacionales habituales del individuo. La personalidad en internet puede aparentemente modularse según las necesidades del momento (“aquí me atrevo a ser más aventurero o lanzado”).
Esto puede servir para desarrollar nuevas facetas pero también puede ser una arma de doble filo si la persona termina sintiéndose más cómoda con su “yo de la red” que su yo diario. Quizás la clave está en permitirse experimentar nuevos aspectos de la personalidad e integrar dicha riqueza en “la vida real”, de tal manera que exista una coherencia entre ambos.
¿Qué ha cambiado en las relaciones sociales 2.0 de ahora y las de hace 15 años?
Pues si nos centramos en las necesidades del usuario, posiblemente no ha cambiado nada.
El anonimato visual (“me siento más seguro si de entrada no me muestro físicamente”), la posibilidad de charlar sin desplazarse, la inexistencia de esfuerzo e incomodidades en el primer contacto (“me pongo nervioso”, “temo no saber qué decir”), la facilidad de gestionar un rechazo al no estar cara a cara, la posibilidad de acudir a una cita teniendo, en principio, “mucha” información de base, etc. Son aspectos que Félix Moral analizó en 2001 y que, a día de hoy, siguen promoviendo las relaciones a través del teléfono, el ordenador y la Tablet.
Por supuesto, las páginas de contactos y los chats han evolucionado, y han aparecido miles de aplicaciones para dispositivos móviles que antes no existían (quien puede imaginar ahora una vida sin whasapp), aplicaciones que rompen con múltiples barreras (la conexión cada vez es más inmediata).
Centrándonos en las relaciones de pareja, ¿qué más resulta atractivo del mundo 2.0?
Una interesante serie televisiva llamada «Cites» («existe la versión inglesa, «Dates»), aparte de revolucionar al público con un intrigante entramado de historias personales que se conectan entre sí, realza algunos de estos elementos atractivos de las relaciones 2.0.
Entre los puntos más importantes de la relación «ciber» en sí, destaca la posibilidad de presentarse mostrando lo mejor de uno (al existir menos espontaneidad es más fácil medir la interacción y tener, aparentemente, un mayor control), la posibilidad de recrear fantasías sexuales, de hablar sobre temas más íntimos, de encontrar compañía cuando los horarios y las obligaciones no lo permiten, de (tal y como decíamos) experimentar, probar, atreverse con, etc.
Curiosamente, centrándonos en el grado de intimidad que se consigue en las cibercharlas, un estudio experimental descrito por McKenna y Bargh en 1999 mostraba como se preparaba a dos sujetos para acudir a dos encuentros en momentos diferentes: en internet y cara a cara. Aunque ellos desconocían que eran las mismas personas las que participaban en las dos situaciones. Los sujetos hicieron una valoración más positiva del individuo que conocieron en la red. El grado de intimidad que consiguieron fue mucho más elevado. Compartieron experiencias más profundas que despertaron una mayor motivación e interés por el otro.
Posiblemente esto no siempre sea así, pero sí es cierto que muchas personas describen ese momento de chatear con alguien afín como un espacio en el que expresar y sentirse escuchado resulta más sencillo o, como mínimo, accesible.
La comunicación no verbal es un elemento clave en todo diálogo y, en cambio, en las ciberconversaciones de tipo textual no existe. ¿cómo afecta esto a la hora de conocer a otra persona?
Justamente por este motivo se crearon los famosos emoticonos, las palabras por sí solas no tienen un poder comunicativo completo.
Es cierto que, aunque existe la posibilidad de hablar por webcam, la comunicación por medio de texto es la más habitual en las relaciones interpersonales 2.0. Esto hace que no estén presentes las señales visuales ni otro tipo de elementos no verbales que normalmente acompañan al directo y de las cuales extraemos información básica sobre nuestro interlocutor. Para muchos, el hecho de no verse genera un sentimiento de igualdad en la interacción que se convierte en el perfecto preámbulo. El otro no ve si me sonrojo, no puede tener una opinión sobre mi modo de estar y comportarme, incluso no puede juzgar mi “estatus social” y así discriminarme.
Pero bien, está claro que ganamos por un lado y perdemos por otro. Son muchas las confusiones que a veces se generan a través del whatsapp, los e-mails e incluso del teléfono. Ver, oír, percibir…Todos los sentidos tienen un papel en la comunicación. Omitirlos cierto tiempo tiene un atractivo, pero quedarnos únicamente con una parte de la comunicación. Por ejemplo, una pareja que únicamente habla de sus sentimientos o soluciona sus problemas por medio del teclado. En muchos casos, se convierte en una carencia a nivel comunicativo y/o una fuente de malentendidos.
Si el cara a cara siempre resulta difícil, ¿existe un problema de habilidades sociales?
Posiblemente. Cuando los problemas siempre se solucionan por escrito, cuando las gracias únicamente se dan por mensaje de texto, cuando las emociones se expresan exclusivamente por emoticono… Algo ocurre.
Los avances tecnológicos nos acercan hacia la comunicación, no pueden empobrecerla. A veces es más fácil enviar una disculpa por mensaje pero, ¿qué ocurre si aquel tema nunca se trata en persona? Hablar desde el yo presente da poder y capacidad al individuo, le ayuda a perder el miedo a expresarse y le convierte en alguien libre de pensamiento, emoción y acción.
Muchas gracias a Yolanda por su colaboración.