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La gente define la paciencia como la capacidad de espera, cuando la paciencia tiene más que ver con cómo nos comportamos mientras esperamos. Así mismo, ser paciente no es lo mismo que ser pasivo. En el primer caso respetamos nuestra necesidad, en el segundo caso dicha necesidad deja de importar.

 

Esta semana, el equipo del INSTITUT D’ASSISTENCIA PSICOLOGICA I PSIQUIATRIA MENSALUS, nos habla sobre qué actitud acompaña a la paciencia con el objetivo de proporcionar algunas pautas prácticas.

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La paciencia

La gente define la paciencia como la capacidad de espera, cuando la paciencia tiene más que ver con cómo nos comportamos mientras esperamos. Que este comportamiento sea constructivo dependerá de si va acompañado o no de pensamientos que respeten la realidad y no deseen cambiar mágicamente lo que está sucediendo. Ante soluciones mágicas lo más probable es que aparezca la ansiedad, así que necesitamos la paciencia para aproximarnos a un enfoque respetuoso de la realidad.

Entre las situaciones más comunes que hacen que nos impacientemos destacan aquellas relacionadas con el deseo de estar en otro espacio y la pérdida que ello supone (Ej.: “estoy atrapado en un atasco”), y aquellas en que el hecho de esperar, nos hace creer que peligra nuestro objetivo (Ej.: “si tardan en llamarme es que han elegido a otro”).

Sea como sea, el ingrediente que nutre la impaciencia es el sentimiento de pérdida, y si algo sabemos es que esto de perder no lo llevamos muy bien.

 

Entrenar la paciencia

Para entrenar la paciencia puede resultarnos de ayuda partir de una idea: convertir el constructo perder por el constructo invertir siempre que sea posible. No es lo mismo sentir que perdemos tiempo que invertimos tiempo.

Y cuando esto no sea posible, como mínimo, será básico que no retroalimentemos pensamientos de pérdida. Es importante que seamos conscientes de la relación que existe entre el sentimiento de pérdida y el aumento del estrés y la ansiedad. El discurso que hagamos sobre aquello que nos sucede marcará cómo nos sentimos respecto aquello que nos sucede. Así pues, construyamos un discurso que sea sostenible, respete la realidad y no utilice como titular la pérdida…Solo así la espera no se convertirá en una lucha para escapar.

Por otro lado, para ser pacientes (por ejemplo, ante la persecución de un reto) deberemos otorgar valor al logro diario. De lo contrario, será difícil que consigamos mantener la motivación y seamos fieles a  una rutina que nos aproxime al éxito.

Ejercicios para la paciencia

Un modo de trabajar la paciencia en relación a la persecución de una meta es dividiendo las fases del objetivo y valorar los pequeños éxitos conseguidos.

En ocasiones la impaciencia va acompañada justamente de objetivos lejanos que no tienen en cuenta los pasos intermedios. Por ello, en psicoterapia seccionamos el reto en partes, comprendiendo que cada logro contribuye al resultado final. Valorar los pasos intermedios aumenta la capacidad de motivación.  Saborear el pequeño logro fomenta la espera.

¿Cómo hacemos este tipo de trabajo?  Por ejemplo, a través de esquemas o collage con “posits” que:

  • Ordenen por prioridad y colores los objetivos a conseguir.
  • Propongan una fecha orientativa para asumir los éxitos.
  • Registren el grado de satisfacción esperado y el grado de satisfacción obtenido (escala del 1 al 100).
  • Anoten aquellos recursos que se prevén como necesarios y aquellos otros que se ha demostrado utilizar.

Otro ejercicio es el de “¿qué puedo ganar yo si…?”.  La impaciencia muchas veces impide realizar este tipo de reflexión.  Por ello preguntarnos:

“¿Qué puedo ganar yo si soy más paciente en “X” contexto o situación (familiar, laboral, social)?”

 

Desgranar la respuesta es un modo de centrar la atención en nosotros y acercarnos a una posición activa ante el reto.

Ser paciente no es lo mismo que ser pasivo: no dejes de perseguir tus objetivos, sitúate en la acción, recuerda que siempre puedes decidir…Ahora bien, disfruta del camino, recuerda que la satisfacción se genera cada día.

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