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Las relaciones con personas tóxicas

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Siento que esta persona absorbe toda mi energía”.

 Cada vez que hablo con ella termino sintiéndome mal”.

 En el siguiente post, María Teresa Mata, psicóloga colaboradora de INSTITUT D’ASSISTENCIA PSICOLOGICA I PSIQUIATRICA MENSALUS, nos habla sobre la importancia de identificar aquellas relaciones interpersonales que resultan “tóxicas” y nos anima a poner un límite que preserve nuestra autoestima.

¿Qué entendemos por “persona tóxica”?

Una persona tóxica en la vida de alguien es aquella que desgasta y absorbe tu energía vital.

Habitualmente, la sensación que genera la persona tóxica es de agotamiento.  En ocasiones, aparece el síntoma (por ejemplo ansiedad, irritabilidad, fatiga), y resulta complicado identificar qué o quién genera tal repercusión en nosotros. Tener conciencia de todo ello permite adoptar las medidas necesarias para poner freno a aquellas actitudes ajenas que no nos dejan estar bien.

Una de las características de la persona tóxica es la habilidad por sobrecargar emocionalmente al otro sin tener en cuenta las consecuencias y sin asumir ningún tipo de responsabilidad. Comentarios constantes del tipo “tú me haces sentir”, “tú me provocas”, “por tu culpa”, son un ejemplo de actitudes tóxicas.

Así mismo, personas que se alimentan del recelo y almacenan reproches (“tal día en tal lugar dijiste X”), la constante puesta en duda (“porqué no has hecho esto en lugar de aquello”) o la devaluación (“esto no sirve para nada”), pueden generar inseguridad en aquellos que no “encienden” el filtro emocional y frenan actitudes non gratas.

¿Es posible frenar a la persona tóxica?

Las personas tóxicas comparten toda una serie de habilidades y modos de hacer y actuar. Pero no por ello tienen por qué resultar tóxicas para todo el mundo.  Desde el momento en que frenamos a aquella persona, ya pierde toxicidad.

Dicho esto, podríamos diferenciar entre personas que nos generan incomodidad y personas que nos generan toxicidad.

Hablaremos de una persona incómoda cuando resulte pesado aguantar ciertas actitudes e incluso nos llegue a molestar y cansar, pero nunca a vulnerar.  En cambio, la toxicidad aparecerá cuando los comentarios del otro nos invadan y se apoderen de nuestra visión  y nuestro modo de sentir y actuar.

Por supuesto, puede suceder que alguien que parecía ser únicamente incómodo llegue a ser tóxico (puede agotar y posteriormente dañar nuestros mecanismos de protección).

Así pues, si alguien nos resulta tóxico o si creemos que es altamente agotador (recordemos que puede llegar a convertirse en tóxico), es nuestra responsabilidad poner un límite y distanciarnos emocionalmente (e incluso físicamente) si queremos preservar nuestra autoestima.

¿Cómo podemos establecer este límite?

Convirtiéndonos en personas asertivas y altamente objetivas.  La toxicidad puede hacer perder de vista la percepción que uno tiene de la realidad y de sí mismo. El valor sobre las propias capacidades, modos operandi, resultados, etc. O bien llegar a fatigar de tal modo que dejemos de velar por nuestros intereses y necesidades.

Poner un límite empezando por la objetividad significa frenar aquellos pensamientos alimentados por las personas tóxicas que ponen en duda nuestra construcción de lo que está sucediendo (dudar por ejemplo de lo que creemos que está bien o está mal).  Pensar en: “qué le diría a un buen amigo si estuviera en mi lugar”, “cómo me sentiría en esta misma situación si no tuviese a la persona tóxica cerca” o “cómo sería mi vida si sus comentarios perdieran valor”, son ejemplos de planteamientos que nos posicionan en un rol de espectador.   Dicho rol es el que nos permite reaccionar y protegernos a través de sentimientos como la indignación (“no es justo que yo esté viviendo esta situación”).

 Una vez hemos encendido el piloto objetivo y los motores del inconformismo, es momento de pensar en cuáles son nuestras necesidades y cómo aquella persona nos impide desarrollarlas.  Listados en los que se registren todos aquellos aspectos en los que la persona tóxica dificulta nuestra vida es una forma de hacerlo explícito y promover emociones que nos conducirán hacia el cambio.

Cuando ya estamos convencidos (cuando hemos puesto un límite emocional y aquella persona ha perdido valor), significa que ya hemos pasado a la acción.  Cuanto mayor sea el registro de pensamientos descritos desde el rol espectador (objetivo), más distancia estaremos creando con la persona tóxica.

¿Y cuál es el siguiente paso?

Si podemos, quizás es momento de romper la relación con aquel individuo.  Cuando ya existe distancia emocional nos damos cuenta que no necesitamos a aquella persona.  Por supuesto, esto no siempre es posible (quizás no puedo echar de mi vida a un jefe), pero siempre podré dejar fuera aquellos comentarios tóxicos que van en contra de mi persona.  Si yo dejo de creer en dichos comentarios, aunque me incomoden, no pueden intoxicarme (provocar en mi un mal personal).

Además de las mencionadas, ¿qué otras actitudes pueden resultar especialmente tóxicas?

 Por ejemplo, siguiendo con el concepto de sobrecargar al otro, son especialmente tóxicas aquellas conductas relacionadas con culpar y señalar con el dedo. También puede intoxicar soportar comentarios de tipo envidioso en el que se reste valor a habilidades y éxitos, escuchar críticas destructivas (“lo haces todo mal”), recibir continuos mensajes despectivos (“total, para qué te esfuerzas”), o estar sometido a actitudes poco transparentes y manipuladoras (“esto lo hago por tu bien”).

La realidad es que no podemos cambiar a las personas tóxicas, somos nosotros quienes tenemos que ponerles un límite, es nuestra responsabilidad individual (la responsabilidad del otro ya no es cosa nuestra).  Manifestar disconformidad con los comentarios tóxicos, distanciarnos emocionalmente (restándoles valor y no personalizando su contenido), e incluso separándonos físicamente (tras ver que aquella persona no nos aporta y no la queremos en nuestra vida), sí está en nuestras manos.

Mª Teresa Mata.firma-ma-teresa-mata

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