En el siguiente post, Mª Teresa Mata, psicóloga colaboradora del INSTITUT D’ASSISTENCIA PSICOLOGICA I PSIQUIATRICA MENSALUS nos expone algunas pautas prácticas para facilitar el diálogo con el adolescente.
“La adolescencia es un periodo de tensión y divergencias que, en algunos casos, puede llevar a conductas que generen malestar y rompan la harmonía familiar”.
“Los intentos por acceder al adolescente pueden ser interpretados como excesos de control, falta de confianza e incluso incomprensión”.
“Si las cosas no funcionan, es hora de poner en marcha pautas comunicativas que rompan con círculos viciosos de malestar e irritabilidad generalizada”.
¿Por qué resulta especialmente difícil comunicarse con el adolescente?
La adolescencia es un periodo de tensión y divergencias que, en algunos casos, puede llevar a conductas que generen malestar y rompan la harmonía familiar. En estos casos, las charlas en casa desembocan en una guerra comunicativa de la que, difícilmente, nadie sale bien parado.
En ocasiones resulta especialmente difícil establecer una comunicación dado que, el joven, interpreta la atención recibida como exceso de control, falta de confianza e incomprensión.
Ante tal caos comunicativo, las emociones están a flor de piel y, el comentario menos pensado, se convierte en una bomba de relojería. Es entonces cuando los padres se percatan de la necesidad de un cambio. Si las cosas no funcionan es hora de poner en marcha pautas comunicativas que rompan con círculos viciosos de malestar e irritabilidad generalizada.
¿Qué pauta básica puede resultar de ayuda para hablar con el adolescente?
Dialogar con adolescentes a veces puede ser complicado.
Ante todo, crear un clima en el que el adolescente pueda comunicar sin ser cortado de forma continuada.
En un primer momento, es habitual que el adulto se anticipe y hable, dado que tiene en mente todo aquello que desea transmitir a su hijo. Dejar a un lado “la lección” y dar prioridad a la explicación del joven, sea del tipo que sea, puede ser un buen comienzo para situar la conversación y detectar las necesidades del chico. No olvidemos que su exposición está cargada de necesidades, entre ellas, la necesidad de ser escuchado.
¿A qué otras necesidades nos referimos?
A todas aquellas necesidades propias de la etapa de desarrollo por la que está pasando (ser aceptado por los iguales, sentirse querido, encontrar un lugar donde estar cómodo, gustarse, etc.). Es importante comprender y aceptar la personalidad del hijo, entendiendo que se encuentra en un periodo de cambio.
Saber descifrar el mensaje que se esconde detrás de la conducta, quizás, relajará a los padres que, únicamente, observan “el envoltorio”. Para conseguirlo, es necesario adoptar una posición de escucha tal y como anunciábamos. Los silencios de los padres pueden dar lugar a grandes mensajes de los hijos.
Por otro lado, recomendamos escoger los momentos oportunos para hablar. Muchas veces, las conversaciones más importantes aparecen en momentos explosivos. Atender a aquellos contenidos que nos interesan fuera del estallido es un punto clave. Aunque la charla se inicie en un lugar “X” (Ej., en medio de una comida familiar), no significa que tenga que transcurrir en ese mismo instante. Ser pacientes en este sentido ofrece la oportunidad de crear la comodidad necesaria para que todos expresen sus necesidades.
¿Qué más puede dificultar gravemente la comunicación y diálogo con el adolescente?
Restar valor a la preocupación del joven. En este caso, el adolescente se sentirá incomprendido y no querrá acudir a los padres. Así pues, mostrar la atención que necesita es el primer paso para que pueda expresarse. En segundo lugar, tranquilizar y dar opciones para que él mismo vea que se puede solucionar el conflicto, demuestra que el problema es “manejable” pero no lo cataloga como “no importante”.
Así mismo, las comparaciones o los interrogatorios que el adolescente sienta como invasión a su intimidad, claramente, no facilitarán el acercamiento. El adulto puede preguntar al mismo tiempo que explica, contextualiza y pone ejemplos prácticos. Cuando las preguntas se intercalan con información, ya no se trata de un interrogatorio, pasa a ser una conversación de tú a tú con un referente.
¿Y qué más puede resultar especialmente de ayuda?
Por ejemplo, proponer objetivos en lugar de imponerlos. No es lo mismo exigir a nuestro hijo aprobar un examen que preguntarle qué pasos va a hacer para conseguirlo. Las metas pueden ir de la mano de preguntas que pongan la responsabilidad en el adolescente y conviertan al adulto en un promotor, un guía, una ayuda que, si el chico necesita, ahí estará. Frases del tipo: “piénsalo y decide” o “valora qué crees que puede servirte de ayuda”, son ejemplos de intervenciones que empoderan al joven.
Para terminar, una pauta interesante es recordar que el adolescente es mucho más que un estudiante. A veces, los padres están exclusivamente centrados en el rendimiento académico del chico y olvidan realzar otras aptitudes y animar a realizar actividades extra académicas. El chico tiene un mundo a sus pies por vivir. Madurar en otras experiencias le prepara para hacer frente a responsabilidades propias de la escuela de la vida.
Todo su esfuerzo tiene un valor, no olvidemos reconocérselo
Gracias Mª Teresa