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«La Luna», un inspirador corto de animación

253- La lunaEsta semana, Rebeca Alonso y Mª Teresa Mata, psicólogas colaboradoras del INSTITUT D’ASSISTENCIA PSICOLOGICA I PSIQUIATRICA MENSALUS, nos presentan un interesante corto de los Estudios Pixar, La Luna, que relata la vida de un niño que aprende la curiosa profesión de su padre y de su abuelo.

En todo aprendizaje existe una herencia de padres a hijos que pasa por el filtro individual de la persona y toma forma propia”.
 Hacer nuestro» todo aquello que aprendemos (por ejemplo, una profesión) refuerza nuestra identidad y, como consecuencia, nuestra seguridad y autoestima”.

 

El Cortometraje: LA LUNA

Director: Enrico Casarosa. Duración: 7 minutos

 En este cortometraje de La luna, la inocencia e inexperiencia del protagonista alimenta su afán por saber y aprender.  Dicho afán le convierte en un observador que, posteriormente, decide qué camino tomar para llevar a cabo sus objetivos.

¿Qué conlleva el aprendizaje que se traslada de una generación a otra?

En todo aprendizaje que se traslada de padres a hijos existe una herencia de conocimientos, pero también existe una herencia emocional.  La forma e intensidad en que una persona vive una realidad se refleja en sus palabras y en sus acciones, el conocimiento no puede desprenderse de la emoción que lo acompaña.

Así mismo, la herencia que recibe el aprendiz pasa por su filtro individual y genuino, esto hace que la herencia le condicione pero no le determine.  Es muy enriquecedor observar cómo cada uno de nosotros desarrolla un exclusivo “manual” de actuación.  Nadie puede desempeñar las tareas como lo haría el otro, la persona siempre despierta un «modo de hacer» único que lo diferencia del resto.

¿Qué nos aporta este modo de hacer único?

Nos aporta la ilusión de descubrir y hacer un camino propio que refuerza la identidad.  Darnos cuenta de ello nos recuerda que somos los protagonistas de nuestra propia historia de vida y nos alienta a luchar por aquellos objetivos que nos propongamos (los sentimos más nuestros si los pasos a seguir los damos “a nuestra manera”).

Todos hemos dicho alguna vez: “yo lo hago mejor así”, “a mí me gusta más hacerlo de esta manera” o “mi madre hacía (…), pero a mí me resulta más sencillo (…)”.  Y es que no puede ser de otro modo.  De lo contrario, no convertiríamos en “nuestro” el lugar de trabajo que ocupamos, el deporte que practicamos o la receta que tan bien cocinamos.  La etiqueta de “estilo propio” nos da seguridad y reafirma nuestra autoestima.

La ilusión es uno de los elementos más importantes para proyectar y hacer realidad nuestras metas.  ¿Qué puede ayudarnos a mantener esta ilusión?

Recordar que somos permanentes esponjas y que podemos seguir alimentándonos del conocimiento que nos rodea.  El conocimiento es infinito, quizás es cuestión de estar atento a nuevos estímulos atractivos que cautiven nuestros sentidos.  No nos mueve lo mismo a lo largo de la vida, por ello, permanecer estáticos en este sentido es un error.

La ilusión va de la mano de la realización, no de la obligación.  Por supuesto, en toda meta existe una obligación implícita (que también tiene una función en la persecución del objetivo).   Es importante buscar la dosis “óptima” de obligación para que la ilusión no se desvanezca (de no ser así quizás es momento de replantear el objetivo).

¿Qué otros elementos juegan un papel en el desempeño, por ejemplo, de un nuevo rol?

Además de observar la experiencia de los demás y crear el propio estilo, es importante escuchar cuáles son nuestras necesidades en cada momento, sin juicios.  En ocasiones, el juicio  puede ofuscar la necesidad y, con ello, afectar gravemente al desarrollo libre del rol:

“Necesito más tiempo y experiencia para hacer los informes sin necesidad de pedir ayuda”/“no sé suficiente, no soy un buen profesional”.

Esto mismo también podemos aplicarlo a roles de vida:

“Ahora que soy madre/padre,  una de mis necesidades es encontrar un pequeño espacio para mí”.  “Soy una madre/padre egoísta por no dedicar todo el tiempo a mi hijo”.

En psicoterapia trabajamos mucho aquellos perfiles autoexigentes que, ante el desarrollo de un nuevo rol, no son permisivos ni empáticos consigo mismos y la voz autocrítica les impide alcanzar el bienestar.  Una de las reflexiones que en estos casos planteamos es la siguiente:

“Si eres tan autoexigente, ¿por qué el primer paso no es exigirte estar bien contigo mismo?”.

La coherencia y la objetividad en estos casos es el mejor aliado de la terapia.  Por este motivo, una de las preguntas que sigue a dicha reflexión es:

“En el caso de que se tratara de un buen amigo/a, ¿qué le aconsejarías que hiciera?”.

¿Con qué mensaje pueden quedarse hoy los lectores?

Cada uno de nosotros encuentra su propio estilo y forja su destino.  Esto es liberador y a su vez esperanzador.  “Hacer nuestro” todo aquello que tocamos refuerza nuestra identidad y, en consecuencia, nuestra seguridad y autoestima.

Igual que el protagonista del corto La Luna…Sigue tu propio camino, hazlo tuyo.

 

Rebeca Alonso y Mª Teresa Mata

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