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La técnica psicológica de la integración del ciclo vital (ICV)

Esta semana, Rebeca Alonso, psicóloga colaboradora del INSTITUT D’ASSISTENCIA PSICOLOGICA I PSIQUIATRICA MENSALUS, nos introduce la técnica de Integración del Ciclo Vital.

“El trabajo a través de la Integración del Ciclo Vital, permite anular viejas redes neurológicas defensivas y crear otras nuevas más útiles y adaptativas”.

“Los pacientes que han experimentado esta técnica, a menudo, comentan que: obtienen una mayor capacidad para abandonar estrategias defensivas del pasado, sienten que su “yo” es más capaz y sólido, y perciben una mejoría tanto en su capacidad para regular emociones como para disfrutar de la vida y las relaciones personales”.

¿Qué es la Integración del Ciclo Vital?

 La Integración del Ciclo Vital es una técnica que facilita la integración neuronal y la rápida mejoría de adultos que han experimentado una situación difícil y traumática durante su infancia.

La mente humana se va desarrollando interactivamente con el ambiente que la persona tiene en la infancia. Si en algún momento, la persona experimenta un ambiente hostil, se crean sistemas defensivos que pueden resultar útiles para ese momento.  Estos sistemas defensivos o estados de alarma pueden seguir repitiéndose en la etapa adulta y dispararse de un modo inconsciente, aunque en ese momento de la vida del paciente no tengan sentido y resulten incluso limitantes y disfuncionales.  Así pues, la persona adulta de repente reacciona ante una determinada situación tal y como lo hizo en la infancia (momento en que desarrolló ese sistema defensivo).

Para superar estos mecanismos de defensa inconscientes que resultaron útiles en un momento de la vida, pero que en la actualidad no lo son, en ocasiones es necesario un trabajo concreto.  El trabajo a través de la Integración del Ciclo Vital permite anular viejas redes neurológicas defensivas y crear otras nuevas más útiles y adaptativas.

¿Qué efectos tiene esta técnica?

Entre los principales efectos podemos destacar el aumento de la autoestima. Favorece un “Yo” fuerte que potencie la aceptación en lugar de un “Ego” elevado más centrado en la imagen personal. Además del desarrollo de herramientas para mejorar la resolución de conflictos, el distanciamiento con el pasado y la eliminación de alarmas neuronales. Así como la recuperación de aquella energía que dejamos depositada en experiencias anteriores.

Los pacientes que han experimentado esta técnica, a menudo, comentan que:

  • Obtienen una mayor capacidad para abandonar estrategias defensivas del pasado.
  • Sienten que su “yo” es más capaz y sólido.
  • Perciben una mejoría tanto en su capacidad para regular emociones como para disfrutar de la vida y las relaciones personales.

¿Nos podrías describir de un modo más detallado cómo se desarrolla esta técnica?

La ICV consta de dos partes principales: el protocolo de nacimiento y la reparación de escenas del pasado.

Protocolo de nacimiento

Este se inicia con una tarea. El terapeuta pide al paciente que escriba un listado de recuerdos. Este listado consiste en un recuerdo, bueno o malo, por año vivido.  A continuación, le explica que a partir de ese momento, a lo largo de la sesión, se trabajará con los ojos cerrados e imaginando todo aquello que él le vaya indicando. Así pues, el terapeuta pide al paciente que cierre los ojos, se visualice en el momento de su nacimiento, y se sitúe en ese instante como observador y persona adulta.  En ese momento, el terapeuta pide al paciente que imagine cómo coge al bebé, lo limpia y lo arropa.

A continuación, le pide que explique al bebé cómo ha sido su vida a partir de la narración de los distintos recuerdos anotados en la lista, como si se tratara de la proyección de una película.  Entre los 0 y 3 años es muy difícil tener recuerdos. Por ello el terapeuta colabora especialmente en esta primera narración. Hace énfasis con aportaciones tipo “aquí me mecían en la cuna y me tranquilizaban con una nana”, “aquí ya podía girarme y empezaba a gatear”, etc.  A partir de los 3 años, ya es más fácil obtener recuerdos referentes al hogar, la escuela, la familia, etc. Aún así el terapeuta sigue ayudando al paciente en su discurso.  Con todo ello, el paciente visualiza, con el bebé en brazos, las situaciones más relevantes que ha vivido hasta el día de hoy.

Cuando finaliza la “película”, el terapeuta transmite al paciente: “todo esto es lo que he vivido durante estos años, son situaciones que no van a volver a suceder, forman parte del pasado.  A partir de ahora, todo lo que sucederá son experiencias nuevas”.  Es entonces cuando se propone al paciente que imagine que lleva al bebé a conocer el presente, le muestra el momento actual, y le pide al pequeño que permanezca con él, a su lado, dado que necesita su potencia, sus ganas de vivir, y sentirle cerca.  Además, él como adulto podrá protegerlo, y juntos formarán un gran equipo.

En este momento el paciente puede experimentar, sentir la autoestima.  El paciente como adulto siente afecto hacia ese niño, lo protege y lo mima. Este es un modo de vivir la autoestima, el cuidado y el amor por uno mismo.

Por otro lado, respecto a los estados de alerta, con esta técnica nos deshacemos de ellos puesto que separamos al niño de los episodios pasados, al explicarle que, estos episodios no volverán a suceder (se separan el bebé y la película).  Además, llevamos al niño al presente. Con ello, creamos nuevas conexiones neuronales y transmitimos al cerebro que el bebé está bien, intacto y protegido por el adulto. Que el pasado es una película que queda atrás.

El trabajo con ICV es un trabajo realmente intenso y, en ocasiones, incluso agotador.  Los pacientes, tras una sesión en la que se crean nuevas conexiones, pueden sentirse cansados y precisar entre 5 y 10 minutos para recuperarse.  A su vez, tras vivir esta experiencia, los pacientes se sienten más tranquilos y centrados, más sólidos.

El protocolo de nacimiento se repite en más de una sesión.  En ocasiones, el paciente no consigue obtener recuerdos de una parte de su vida, existen lagunas incluso de años, y son necesarias varias sesiones para que aparezcan dichos recuerdos, muchas veces negados y olvidados como mecanismo para sobrevivir a la experiencia traumática. Con la ICV todos estos recuerdos se integran nuevamente en la persona.

A través de las repeticiones de recuerdos e imágenes, el paciente desarrolla la capacidad de verse a sí mismo como un “Yo” unificado que existe de forma continua y fluida a través del espacio y del tiempo.  De acuerdo con la neurociencia, se cree que este mapa mental del “Yo” a través del espacio y del tiempo es el elemento central de la integración neuronal.

Reparación de escenas del pasado

Esta es la segunda parte de esta técnica.  El terapeuta pide al paciente que cierre los ojos y se visualice como adulto.  Desde esta posición, le indica que imagine cómo ayuda al niño en una escena del pasado. Una escena negativa que ha producido una alarma en el cerebro. Por ejemplo, una situación a los 6 años en el colegio.  El niño se hizo pipí encima y todos se rieron. La profesora no hizo nada para controlar la situación y tampoco intentó tranquilizar al niño, al contrario, le riñó.  El niño necesita del adulto, no tiene herramientas para solucionar aquel episodio, y la persona, desde la posición actual, puede ayudarle, reparar la situación y poner orden.

El terapeuta ayuda al paciente a visualizar cómo él, como adulto, le ofrece mensajes positivos y de apoyo al niño tipo: “sé que lo estás pasando muy mal”, “yo he venido a ayudarte y no voy a permitir que nadie te haga daño nunca más”.  El paciente pone orden reparando la situación y marcando límites a los implicados. De modo que el niño vea cómo él le defiende. Por ejemplo, parando las críticas de los otros niños y diciéndole a la profesora que use su autoridad y pedagogía para frenar la agresión en lugar de gritar y reñir.

De este modo, el adulto pone límites a los demás e integra este recurso en el presente. En situaciones que puedan aparecer en la actualidad, como por ejemplo, una conversación en la que tema hacer el ridículo o una discusión en la que se enfrente con otra persona.  En definitiva, se llevan a cabo todas las acciones necesarias hasta que el niño se sienta totalmente seguro, tranquilo y feliz. Posteriormente, se le muestra nuevamente la película del pasado y conduce hasta el presente.

Así pues, de este modo aumentan los recursos personales y las herramientas para la resolución de conflictos. Al mismo tiempo que aumenta la autoestima, la confianza y la tranquilidad.

¿Cómo se detectan estas situaciones del pasado, especialmente difíciles para el paciente?

Muchas veces el propio paciente las detecta y las explicita abiertamente.  Otras, no resulta tan sencillo, y para ello es necesario tener en cuenta otras técnicas que ayuden al paciente a esta detección, como por ejemplo el Focusing.

El Focusing consiste en brindar una atención sutil al cuerpo. Atendiendo a aquello que está ocurriendo, desde una sensación corporal global, para así reconocer y cambiar la forma en que enfocamos los distintos problemas de nuestra vida.  Así pues, lo podríamos definir como el proceso de “enfocar”. De encontrar esa sensación que todos tenemos en nuestro cuerpo. Ya que sabe muchas cosas sobre nosotros y sobre lo que nos sucede, y nos permite manejar aquello que nos preocupa.

Por otro lado, también podemos hipotetizar situaciones. Ya sea a través del relato de la historia personal del paciente o de aquellos acontecimientos más importantes en su vida.

En definitiva, ¿qué podemos conseguir con la ICV?

En definitiva, realizando varias repeticiones del protocolo de la Integración del Ciclo Vital,  los pacientes terminan  sintiendo que, aquello que ocurrió, está en el pasado. Que no forma parte de la actualidad, y no ejerce más poder sobre su persona.  Ya no están presentes las emociones negativas que antes aparecían, ni en el pasado, ni en el “aquí y ahora”.

Además, la técnica de ICV permite que la persona vuelva a estar en contacto con su propia fortaleza y recursos personales. Aumentando así su seguridad y autoestima.

Muchas gracias Rebeca.

Entrevista realizada por Mª Teresa Mata.

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