“Una persona puede elegir estar sola, pero difícilmente habrá alguien que decida sentirse solo”.
“Se nos enseña a ayudar, pero no se nos enseña a pedir ayuda”.
“El proceso terapéutico es un viaje interior para abrirnos al mundo”.
En la siguiente entrevista, Pere Joan Clavero, psicólogo colaborador en el INSTITUT D’ASSISTENCIA PSICOLOGICA I PSIQUIATRICA MENSALUS, nos habla sobre la soledad y la diferencia entre estar solo y sentirse solo.
¿Qué quiere decir “el sentimiento de soledad se padece, no se escoge”?
Esta puntualización deriva de numerosas sesiones en las que pacientes que acuden a consulta por sentirse deprimidos, enfadados con “el mundo” o consigo mismos, ansiosos u obsesionados, formulan afirmaciones tales como: “yo estoy bien solo” o “yo no necesito a nadie”. Sin embargo, la realidad muestra como algunos se sienten vacíos, otros no logran ilusionarse con nada, u otros se obsesionan con ciertos aspectos que, a veces, incluso para ellos mismos, no son tan importantes. En todos ellos habita un sentir compartido: el sentirse solo en aquello que les hace sufrir; esta es la soledad que se padece y no se escoge.
La soledad que se escoge no inflige sufrimiento, sino que nos ayuda a explorar en nuestro interior y nos recarga de energía. El beneficio de esta soledad se vive en primera persona a modo de satisfacción, y revierte positivamente en la calidad de nuestras relaciones; es lo que se conoce como “mi espacio”.
Así pues, ¿estar solo es una elección?
Tal y como apuntábamos antes, existe una abismal diferencia entre estar solo y sentirse solo. Una persona puede elegir estar sola, pero difícilmente habrá alguien que decida sentirse solo.
¿Es fácil identificar estos estados?
Identificarlo es más fácil que aceptarlo. Las creencias que nos mantienen en soledad son un reflejo de cómo intentamos compensar las necesidades que no han sido satisfechas en nuestras relaciones significativas. No es fácil aceptar que ese sentimiento de soledad, una soledad que pesa y priva de vivir con satisfacción, no es una elección libre, sino un lastre con el que hemos aprendido a sobrevivir.
Ha hablado sobre necesidades relacionales, ¿a qué se refiere?
Richard Erskine, fundador y presidente del Institute for Integrative Psychotherapy de Nueva York, habla sobre toda una serie de necesidades que las personas tenemos en las relaciones y que están presentes a lo largo del ciclo vital. Algunas de éstas son: la necesidad de seguridad, la necesidad de expresar afecto, la necesidad de mostrarnos tal y como somos, etc. La satisfacción que producen estas necesidades proporciona sentimientos de seguridad, amor, aceptación y valoración de uno mismo y de los demás. La insatisfacción reiterada de estas necesidades suele ubicarse en el origen de sentimientos de vacío, tristeza, inferioridad, miedo, desconfianza, hostilidad, etc.
¿Cómo puede ayudar la terapia?
La terapia ayuda a desvelar el origen de esas afirmaciones que ejemplificábamos al principio que se convierten en lo que Erskine llama guión de vida.
En palabras del autor estos guiones son “decisiones tomadas por la persona en un estadio cualquiera de su desarrollo, que inhibe su espontaneidad y dificulta su flexibilidad en la manera de resolver los problemas y de vivir las relaciones. Estas decisiones se toman habitualmente en momentos en los que la persona está sometida a una fuerte presión, y en los que apenas tiene conciencia de otras opciones”.
Identificar estos guiones y ser conscientes sobre cómo se formaron y sobre cuál es su significado en la historia relacional, es el preámbulo a su aceptación e integración en una autoconsciencia más amplia. Es a partir de aquí cuando se pueden tomar nuevas decisiones, más adaptativas y ajustadas al presente, y por tanto, más satisfactorias e inductoras de bienestar.
Es emocionante ser testigo de este cambio y escuchar a una persona decir “ahora no estoy solo”, dado que ha decidido pedir ayuda y se ha abierto a una nueva experiencia en las relaciones. Ésta sí es una elección libre, fuera de condicionantes o falsas creencias tales como: “pedir ayuda es de débiles”, “debo ser fuerte y enfrentarme sólo, u otros tantos lastres educacionales y socio-culturales que nos llevan a sentirnos solos y a llevar en silencio aquello que nos hace sufrir, una opción que hace que podamos enfermar del alma.
¿Cuál sería entonces el primer paso?
Salir del silencio. Desde que nacemos estamos condicionados biológicamente a relacionarnos, y todos sabemos cómo lo hace un bebé, desde luego no susurrando, sino llorando y haciéndose oír. Con esta conducta, el bebé intenta satisfacer una necesidad mediante la relación. Bajo la misma premisa, a medida que crecemos y avanzamos en nuestro desarrollo, también estamos abocados a relacionarnos para encontrar el equilibrio afectivo, sintiéndonos queridos, valorados y seguros. Cuando este equilibrio no se obtiene o no se recupera después de haberlo perdido por alguna razón, sería bueno pedir ayuda. Éste es un paso difícil en muchos casos puesto que se nos enseña a ayudar, pero no se nos enseña a pedir ayuda.
Muchas gracias Pere.
Entrevista realizada por Mª Teresa Mata.