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La caja… ¿Tenemos que conformarnos?

Esta semana queremos compartir con vosotros un corto, la caja, cargado de mensaje sobre la actitud que podemos tomar cuando una situación no nos permite estar bien y ser felices.

Desde el INSTITUT D’ASSISTENCIA PSICOLOGICA I PSIQUIATRICA MENSALUS os animamos a ver la siguiente historia y reflexionar sobre su contenido.

¿Qué nos muestra esta curiosa historia?

Centrándonos primero en su descripción, este vídeo nos muestra a dos personajes con unos rasgos muy marcados: “el conformista” y “el inconformista”.  Los dos conviven dentro de una caja, un lugar en el que prácticamente no disponen de espacio para moverse.

El conformista, tal y como hemos visto, desde un inicio acepta la situación y vive resignado; el inconformista, incómodo y aquejado, protesta y, con su actitud, en un principio parece oponerse a vivir de aquel modo.  El conformista insiste en que la vida es así y no hay nada más que hacer, su compañero, en cambio, enfadado e irritado, necesita expresar su malestar:

  • “¿¡Por qué el mundo es tan estrecho!?”
  • “Quién sabe, tienes que aprender a aceptarlo y eso es todo”.
  • “Estoy incómodo”
  • “Por más que pelees, no llegarás a ningún sitio”.

Transcurre la historia y el inconformista pierde los nervios en un momento dado, da un golpe a una de las paredes de la caja y, sorprendentemente, se abre un agujero.  Los dos individuos se asustan, esta situación es totalmente nueva para ellos.  El conformista se apresura en pedir que se tape el “destrozo” y busca el modo de cerrar nuevamente el cubículo como sea: “¡no te acerques!, ¡seguro que hay algo terrible!, ¡tenemos que arreglarlo cuanto antes!”.

El miedo, tristemente, les impide conocer el paraje que existe fuera de esas paredes: el cielo azul, la luz del sol, el aire fresco y renovado, la hierba fresca,…En definitiva, un espacio lleno de vida.

Así pues, esta historia es una perfecta metáfora para ejemplificar como, en ocasiones, vivimos encerrados en una actitud conformista, sin actuar, sin apostar, sin arriesgar, sin dar oportunidad a descubrir y vivir, a equivocarse y aprender, a experimentar y crecer, y con ello, perdemos justamente la oportunidad.

¿Qué nos intentaba mostrar el hecho de vivir en un espacio tan reducido?

El espacio de la caja era tan reducido que no daba lugar a poder actuar, no ofrecía ningún tipo de oportunidad a vivir, a recibir estímulos de ningún tipo.  Quizás, por ello, el conformista no ofrecía tampoco respuesta ni motivación por cambiar.  Aún así, aún no ver ni percibir el precioso paisaje que les esperaba fuera, el inconformista sí se movía, y lo hacía por el intenso malestar que le producía vivir en un lugar tan reducido.

El malestar que aparece cuando una situación no nos gusta, no nos enriquece, no nos ayuda a vivir de un modo sano y saludable, justamente puede convertirse en el motor para buscar un cambio.  El inconformista de la historia pudo romper la caja por esta “agitación” y actividad; aún así, por desgracia, una vez aparece la oportunidad a experimentar, el miedo le retiene.

¿En qué momentos puede aparecer este miedo en la vida real?

Aún existir un malestar evidente frente a una situación X, el miedo a encontrarnos con una situación que produzca un mayor malestar puede impedir el hecho de buscar un camino para el cambio (por ejemplo, una persona que está mal en su lugar de trabajo debido a el trato que recibe de un compañero, pero que teme expresar que ese trato le impide trabajar cómodamente por miedo a las represalias, a que aumente la incomodidad en el ambiente de trabajo aunque ella no haya originado la situación, etc.).

El miedo aparece cuando no sabemos qué va a ocurrir y tememos encontrarnos con una situación más complicada, pero la realidad muchas veces nos indica que, si no actuamos, el malestar aumentará y con ello se hará más explícita la sintomatología asociada (ansiedad, estado anímico depresivo, falta de concentración y atención, insomnio, cefalea, fatiga, tensión muscular, etc.).  Es natural que aparezca el miedo, integrarlo nos permitirá actuar con cautela pero, en definitiva, ACTUAR.

En un momento dado, el conformista convence al inconformista… ¿Qué nos intenta ejemplificar el autor?

Una de las frases más sorprendentes cargadas de mensaje surge cuando el conformista parece que convence al inconformista:

  • “Sí, supongo que tienes razón; mi infelicidad es mi propio esfuerzo”.
  • “Por supuesto.  El problema no es el mundo, el problema eres tú”.

El inconformista llega a creer que esas ansias por cambiar son las que le hacen infeliz, cuando en realidad, son el motor que le llevan a agujerear la caja, aunque él no sea consciente de ello.  Sin malestar, no hubiera existido movimiento y el movimiento no habría originado un codazo en la pared del cubículo.  La respuesta del conformista que invita a ser como él, una figura pasiva y anulada de movimiento y vitalidad, nos puede ayudar a conectar aún más con la necesidad de cambio cuando las cosas no nos hacen sentir bien.

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