Estas son nuestras propuestas
Vivimos con la necesidad de controlarlo todo. Es así como, muchas veces, buscamos la seguridad: intentado prever qué pasará. Nos adelantamos a los acontecimientos, imaginamos aquello que creemos que sucederá, anticipamos cómo responderemos y cómo creemos que responderán los demás. Visualizamos todos los estados posibles (o eso creíamos), hasta que llega el día en que, la realidad, supera cualquier situación imaginada:
¿Cuántos de vosotros habías pensado que pasaríais 30 días confinados?
Exacto, era prácticamente imposible imaginar una situación así unas semanas atrás cuando nos reuníamos para comer en familia, íbamos al parque con nuestros hijos, hablábamos con nuestro vecino sobre la ruta en bici que habíamos hecho ese domingo por la mañana, planeábamos dónde queríamos ir de vacaciones en Semana Santa, abríamos la agenda para ver todo lo que teníamos que hacer a partir del lunes y cómo nos las íbamos a ingeniar para conseguirlo, etc. Nuestra mente estaba demasiado ocupada en hacer y preparar, preparar y hacer lo que sí estaba a nuestro alcance.
Y, prácticamente, de la noche a la mañana, escuchamos hablar de un tal COVID, se cierran las escuelas, se decreta el estado de Alarma y nuestra vida “PARA” sin saber muy bien hasta cuándo. Y no solo eso, nuestra vida cambia en un marco de alerta del que debemos protegernos, desconocido y extraño incluso (aún nos cuesta entender lo del origen en una sopa de murciélago).
Durante los primeros días, los famosos “y qué pasará con” pasan a ser trending topic en todas nuestras conversaciones. Queremos saber qué haremos con las clases, las reuniones previstas, las visitas, los pedidos, la salida a…, la reserva de…, la cena con…, etc. Nos preocupa poder acordar cuándo seguiremos con la larga lista de actividades.
Pasados unos días, empezamos a entender que esta información de momento no está en nuestras manos. Es una sensación nueva, estamos acostumbrados a aplazar, hacer un hueco, apretar los días para llegar a todo. Y, lejos de nuestro pensamiento inicial, aparece un nuevo protagonista en esta historia: aceptar que no nos podemos adelantar.
Aceptar la incertidumbre
Nos aferramos a un modo de hacer, a un modo de pensar y sentir. Aferramos unos patrones y unas creencias. Nos aferramos a unas metas concretas. En definitiva, nos aferramos a “un plan” ya escrito y, en cambio, la vida está por escribir. No nos permitimos el espacio necesario para vivir la vida en plenitud, es decir, con todo su abanico de experiencias, sean del tipo que sean. Buscamos “seccionar” aquello que creemos que no es bueno y lo hacemos bajo una planificación que nos estrangula e impide sobrellevar la realidad de un modo saludable. Por supuesto, es importante pensar en el futuro, reflexionar sobre qué proyectos deseamos desempeñar, dónde nos gustaría estar, pero es esencial hacerlo desde un pensamiento que nos de opciones y no nos ate de pies y manos
Aceptar la incertidumbre significa dar margen a la vida y esperarla con toda su grandeza para que podamos entenderla. Al final, aceptar es vivir desde un realismo que nos ayuda a conectar con quiénes somos y con cómo es nuestra relación con el mundo, una información que, sin duda, nos ofrece seguridad para abordar la incertidumbre (por ejemplo, en momentos como los que estamos viviendo estas semanas).
La frustración como resultado de no poder dominar
Cuando hablamos de necesidad de control, especialmente en nuestra cultura, nos referimos a necesidad de dominancia. Pasamos muchas horas de nuestra vida luchando por dominar lo indominable, frustrándonos por no conseguir lo imposible. El precio que terminamos pagando es muy alto y el resultado termina siendo siempre el mismo: no podemos controlarlo todo. Nuestra responsabilidad es integrar el amplio abanico de momentos que nos presenta la vida.
Por este motivo, ser conscientes del coste emocional que ocasiona la anticipación negativa, la insistencia en cambiar algo que no depende de nosotros, el no confiar en nuestras capacidades para superar una situación aparentemente complicada, etc. Es un paso necesario para regular los pensamientos negativos y, con ello, los niveles de estrés y ansiedad resultantes.
Pautas para hacer frente a la incertidumbre del COVID-19
Tal y como explicábamos al inicio, estamos viviendo una situación excepcional y, por ello, queremos trasladarte algunas reflexiones que, esperamos, te resulten de ayuda para hacer frente a la incertidumbre que genera la crisis del COVID-19:
- Este momento es Universal. A pesar del confinamiento, nos une un sentimiento de colectividad que nos recuerda que formamos parte de un todo y nos ayuda a no sentirnos solos.
- La incertidumbre es un elemento especialmente protagonista en esta crisis. Todo es nuevo, nunca habíamos vivido una situación similar. Debemos permitirnos aprender de este momento y entender que el aprendizaje será día a día. La experiencia nos marcará un modo de seguir caminando.
- Aceptar la incertidumbre evitará que generemos un exceso de pensamientos relacionados con el control y la dominancia, pensamientos que, sin duda, pueden aumentar el sentimiento de frustración.
- Aceptar que no podemos controlarlo todo justo tras esta experiencia universal, nos entrenará a nivel global e individual para seguir aceptando experiencias futuras de todo tipo. Vivir la vida desde su grandeza abrazando situaciones buenas, neutras y menos buenas nos ayuda a entender la realidad y vivirla con plenitud.
- Velar por la gestión de nuestros pensamientos a través de frenar los pensamientos negativos que aumentan el miedo y el sentimiento de incapacidad, así como generar pensamientos que nos ayuden a integrar un aprendizaje, es un acto de responsabilidad individual que preserva nuestra salud mental.
Mª Teresa Mata Massó